Feria privilegiada de Navidad 21
de Diciembre
Cantar de los cantares 2,8-14
Habla mi amado y me dice:
"¡Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí! Porque ha pasado el
invierno, las lluvias han cesado y se han ido, brotan flores en la vega, llega
el tiempo de la poda, el arrullo de la tórtola se deja oír en los campos; apuntan
los frutos en la higuera, la viña en flor difunde perfume. ¡Levántate, amada
mía, hermosa mía, ven a mí! Paloma mía, que anidas en los huecos de la peña, en
las grietas del barranco, déjame ver tu figura, déjame escuchar tu voz, porque
es muy dulce tu voz, y es hermosa tu figura."
Extracciones
de la encíclica Deus Charitas Est , Dios es amor, de Benedicto XVI, de 2005
Introducción
Aunque el tema de esta Encíclica se concentra en la
cuestión de la comprensión y la praxis del amor en la Sagrada Escritura y en la
Tradición de la Iglesia, no podemos hacer caso omiso del significado que tiene
este vocablo en las diversas culturas y en el lenguaje actual
Sin embargo, en toda esta multiplicidad de significados
destaca, como arquetipo por excelencia, el amor entre el hombre y la mujer, en
el cual intervienen inseparablemente el cuerpo y el alma, y en el que se le
abre al ser humano una promesa de felicidad que parece irresistible, en
comparación del cual palidecen, a primera vista, todos los demás tipos de amor
se trata más bien de una misma palabra que utilizamos
para indicar realidades totalmente diferentes?
« Eros » y « agapé », diferencia y unidad
Digamos de antemano que el Antiguo Testamento griego usa
sólo dos veces la palabra eros, mientras que el Nuevo Testamento nunca
la emplea: de los tres términos griegos relativos al amor —eros, philia
(amor de amistad) y agapé—, los escritos neotestamentarios prefieren
este último, que en el lenguaje griego estaba dejado de lado. El amor de
amistad (philia), a su vez, es aceptado y profundizado en el Evangelio
de Juan para expresar la relación entre Jesús y sus discípulos. Este
relegar la palabra eros, junto con la nueva concepción del amor que se
expresa con la palabra agapé, denota sin duda algo esencial en la novedad
del cristianismo, precisamente en su modo de entender el amor.
El cristianismo, según Friedrich Nietzsche, habría dado
de beber al eros un veneno, el cual, aunque no le llevó a la muerte, le
hizo degenerar en vicio.[1]
El filósofo alemán expresó de este modo una apreciación muy difundida: la
Iglesia, con sus preceptos y prohibiciones, ¿no convierte acaso en amargo lo
más hermoso de la vida? ¿No pone quizás carteles de prohibición precisamente
allí donde la alegría, predispuesta en nosotros por el Creador, nos ofrece una
felicidad que nos hace pregustar algo de lo divino?
En efecto, las prostitutas que en el templo debían
proporcionar el arrobamiento de lo divino, no son tratadas como seres humanos y
personas, sino que sirven sólo como instrumentos para suscitar la « locura
divina »: en realidad, no son diosas, sino personas humanas de las que se
abusa. Por eso, el eros ebrio e indisciplinado no es elevación, «
éxtasis » hacia lo divino, sino caída, degradación del hombre
entre el amor y lo divino existe una cierta relación: el
amor promete infinidad, eternidad, una realidad más grande y completamente
distinta de nuestra existencia cotidiana. Pero, al mismo tiempo, se constata
que el camino para lograr esta meta no consiste simplemente en dejarse dominar
por el instinto. Hace falta una purificación y maduración, que incluyen también
la renuncia. Esto no es rechazar el eros ni « envenenarlo », sino
sanearlo para que alcance su verdadera grandeza.
ni la carne ni el espíritu aman: es el hombre, la
persona, la que ama como criatura unitaria, de la cual forman parte el cuerpo y
el alma. Sólo cuando ambos se funden verdaderamente en una unidad, el hombre es
plenamente él mismo. Únicamente de este modo el amor —el eros— puede
madurar hasta su verdadera grandeza.
El eros, degradado a puro « sexo », se convierte
en mercancía, en simple « objeto » que se puede comprar y vender; más aún, el
hombre mismo se transforma en mercancía. En realidad, éste no es propiamente el
gran sí del hombre a su cuerpo. Por el contrario, de este modo considera el
cuerpo y la sexualidad solamente como la parte material de su ser, para
emplearla y explotarla de modo calculador
¿Cómo hemos de describir concretamente este camino de
elevación y purificación? ¿Cómo se debe vivir el amor para que se realice
plenamente su promesa humana y divina? Una primera indicación importante
podemos encontrarla en uno de los libros del Antiguo Testamento bien conocido
por los místicos, el Cantar de los Cantares. Según la interpretación hoy
predominante, las poesías contenidas en este libro son originariamente cantos
de amor, escritos quizás para una fiesta nupcial israelita, en la que se debía
exaltar el amor conyugal. En este contexto, es muy instructivo que a lo largo
del libro se encuentren dos términos diferentes para indicar el « amor ».
Primero, la palabra « dodim », un plural que expresa el amor todavía
inseguro, en un estadio de búsqueda indeterminada. Esta palabra es reemplazada
después por el término « ahabá », que la traducción griega del Antiguo
Testamento denomina, con un vocablo de fonética similar, « agapé », el
cual, como hemos visto, se convirtió en la expresión característica para la
concepción bíblica del amor. En oposición al amor indeterminado y aún en
búsqueda, este vocablo expresa la experiencia del amor que ahora ha llegado a
ser verdaderamente descubrimiento del otro, superando el carácter egoísta que
predominaba claramente en la fase anterior. Ahora el amor es ocuparse del otro
y preocuparse por el otro. Ya no se busca a sí mismo, sumirse en la embriaguez
de la felicidad, sino que ansía más bien el bien del amado: se convierte en
renuncia, está dispuesto al sacrificio, más aún, lo busca.
REFLEXIÓN
Hay que
asumir congruentemente que, nuestra unidad en la persona, de cuerpo y alma, se
actúa en el amor libre.
Una eros
en tránsito a ágape, madurando históricamente, procesualmente, en decisiones
discernidas para exprimir nuestra libertad.
La
misión más seria y trascendente que nos han delegado como humanidad es la
maduración del amor a través de la libertad.
Padres,
educadores, líderes de todo tipo deberán dar cuenta ante todo de las
provisiones y oportunidades surtidas para el crecimiento de sus pequeños en el
amor libre.
Enfrente
de esta misión del reino del Padre, que es amor, están anticristos como el
poder, que hace del amor una mercancía o un objeto, cambiable por otro.
Es crucial caminar
la senda del amor en maduración, por libre opción, único que dignifica la
persona.
Un texto
que habla de una realidad común pero extraordinaria en su manifestación: el
amor que va más allá de la muerte. Porque la muerte pasa pero el amor queda y
hace vivos los recuerdos.
Una
realidad cantada y glorificada pero también amargamente maldecida desde muy
antiguo. Y no se desgasta ni pasa de moda.
Porque
es un algo que une los seres y los funde siquiera por un fragmento del tiempo.
Pero también se llora cuando hay traición o falta correspondencia.
Dónde
radica su fuerza perenne? Porque es un magnetismo que puede expresar un “tú”
único, intransferible y dar paso a una identidad compartida.
El dolor
que sobreviene del amor fracasado muestra la crisis o la ruina del
reconocimiento del propio valor.
Pero hay
algo más: esta energía según la Palabra viene de Dios como una fuente, con la
salvedad que la iniciativa de echarla a andar vino de Él.
El Señor
nos amó primero y como muestra definitiva nos entregó a su Hijo.
Y su
Hijo no amó como humano.
En
lenguaje figurado, erótico, se puede tomar como el llamado entrañable y
conmovedor que el Señor hace a nuestro ser para atraerlo desde lo más profundo,
el cual produce una afectación en el espíritu más propia de un enamoramiento:
sensibilidad y apego intenso con repercusiones sensibles, y al que se
identifica como consolación.
Salmo responsorial: 32
REFLEXIÓN
cantadle un cántico nuevo,
el amor
como el vino alegra el corazón y el canto muestra esa alegría.
El plan del Señor subsiste por siempre, /
los proyectos de su corazón, de edad en edad
Plan y
proyecto son el designio del amor libre. Nos distingue que pertenezcamos a su
plan. Lo hacemos en la medida que amamos como personas: en cuerpo y espíritu.
Lo que
proyecta viene desde su amor que nos dignifica.
Lucas 1,39-45
REFLEXIÓN
María se puso en camino y fue aprisa a la
montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel
La mujer
que más supo del Amor hasta el extremo de darle cobijo en su entrañas, no lo
reserva para sí sola, por fuerza de ese mismo don. Lo comparte con gozo.
Dichosa tú, que has creído, porque lo que
te ha dicho el Señor se cumplirá
Así la
madre de los creyentes de su hijo, nos precede en el camino de la fe que se
transforma en amor libre.
Creer es
amar. La dicha de amar contra toda adversidad y limitación.
Por la
fe se accede a un plano de realidad que resulta como la antimateria: casi no se
puede verificar que tal cosa existe.
Sólo la
persistente solidez de tal realidad y el gozo que irradia, son testigos de su
frágil, opaca y luminosa viabilidad.
No se
sostiene en evidencias que satisfagan el razonamiento exacto.
Y no se
libra uno de la incomodidad de estar en un reino tildado de mitológico, o bajo
sospecha de manipulaciones subjetivas.
https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1340989648341000192?s=20