San Beda el
Venerable Sobre el evangelio de san Lucas 1,46-55
Bellamente
llama a Israel siervo del Señor, ya que efectivamente el Señor lo ha acogido
para salvarlo por ser obediente y humilde, de acuerdo con lo que dice Oseas:
Israel es mi siervo, y yo lo amo. Porque quien rechaza la humillación tampoco
puede acoger la salvación, ni exclamar con el profeta: Dios es mi auxilio, el
Señor sostiene mi vida, y el que se haga pequeño como este niño, ése es el más
grande en el reino de los cielos. Como lo había prometido a nuestros padres, en
favor de Abrahán y su descendencia por siempre. No se refiere a la descendencia
carnal de Abrahán, sino a la espiritual, o sea, no habla de los nacidos
solamente de su carne, sino de los que siguieron las huellas de su fe, lo mismo
dentro que fuera de Israel. Pues Abrahán había creído antes de la circuncisión,
y su fe le fue tenida en cuenta para la justificación. De modo que el
advenimiento del Salvador se le prometió a Abrahán y a su descendencia por
siempre, o sea, a los hijos de la promesa, de los que se dice: Si sois de Cristo,
sois descendencia de Abrahán y herederos de la promesa. Con razón, pues, fueron
ambas madres quienes anunciaron con sus profecías los nacimientos del Señor y
de Juan, para que, así como el pecado empezó por medio de las mujeres, también
los bienes comiencen por ellas, y la vida que pereció por el engaño de una sola
mujer sea devuelta al mundo por la proclamación de dos mujeres que compiten por
anunciar la salvación.
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