sábado, 7 de agosto de 2021

PALABRA COMENTADA

 

SÁBADO 18 DE TIEMPO ORDINARIO

Año Impar

Deuteronomio 6,4-13



REFLEXIÓN

Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales

Israel fue propuesto por la Propuesta de la Palabra como un pueblo que escuche, es decir, que haga lo mejor que pueda por corresponder al Señor en el camino a la vida que no termina.

No lo logró nunca, vista las denuncias de los profetas, pero ellos mismos se consolaron con un resto de Pueblo que sí escuchaba.

Los creyentes del nuevo testamento seguidores de Jesús afirmaron ser ese resto de pueblo oyente.

Para estructurar la escucha que es obediencia de fe, se dictaron medidas y señales externas, que ayudaran a la intención de fondo: hacer memoria que había que escuchar y obedecer.

En esto se cifra el primer mandamiento de amar al Señor sobre todas las cosas.

San Ignacio en el Principio y fundamento lo pone en otra forma: hacerse indiferente usando tanto cuanto.

Es decir, no volverse adicto de nada, para preservar la libertad de elegir lo que más (magis) convenga a la gloria de Dios y nosotros.

Cuando estas estrategias de recuerdo y memoria se vuelven meramente rituales, y pierden el contacto con el mensaje de fondo, hacen el papel de una ley rígida que encarcela la libertad.

comerás hasta hartarte

Esta fue la vida prometida, y en bienes parecidos cifran muchos pueblos su ideal de vida futura: necesidades satisfechas y sin miedo al riesgo de perderlas.

Jesús planteó un valor diferente: sin negar o desconocer la satisfacción de las necesidades apremiantes, planteó una vida junto al Padre, en comunión que no termine, como la de él mismo.

Solo que el aprecio y significatividad de esta promesa de Jesús no despierta las mismas ansias por tratarse de una piedra preciosa que no todos se afanan en obtener.

Pero, cuidado: no olvides al Señor que te sacó de Egipto

Sin esta memoria no hay acción de gracias y dejamos de ser pueblo o resto destinado a la vida que no termina.

Salmo responsorial: 17



REFLEXIÓN

 

Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador

Es preciso dar gracias por la liberación que aporta el Señor a nuestras vidas, con ropaje de frustración de otras alegrías y deseos.

Porque su cuidado y amor se advierte en el modo como conduce hacia objetivos más profundos si sabemos superar las rabietas, cuando algo no nos sale de acuerdo a lo planeado y anhelado.

El Señor nos libera de nosotros mismos y del aferramiento a nuestros espejismos.

Mateo 17,14-20



REFLEXIÓN

 

"¡Generación perversa e infiel! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo."

Porque si el solicitante no tiene fe que podrá hacer por él el Señor Jesús?

Hemos de reconocer que se trata de un dicho extraño, alejado de la imagen que nos viene del conjunto del evangelio.

No sabemos a quiénes le dedica esta recriminación e impaciencia: a los que piden favores y curaciones, o a los discípulos que no logran hacer lo que se les ha enseñado.

En cualquiera de las situaciones estaríamos en cierto acuerdo con la impaciencia de Jesús, porque es mentira que el apóstol, humanamente, se encuentre ilimitadamente dispuesto a servir.

Y así entendemos que seguirlo haciendo es un don y fuerza del Señor, que se sigue compadeciendo de su pueblo.

Igualmente se dan trazas de cansancio y desgaste en el cuerpo apostólico que no hace siempre en congruencia lo que debe.

Sin embargo la misión apostólica se mantiene como don del Señor a su Iglesia.

Jesús increpó al demonio, y salió; en aquel momento se curó el niño.

En el cielo histórico de la antigüedad lo bueno y lo malo se lo repartían ángeles y demonios. Jesús no era una excepción de su tiempo. Pero su lucha era teológica más que científica y actuaba contra el poder detrás de todo que entorpecía, y lo sigue haciendo, el avance del Reino desde el Génesis.

Seremos tan diferentes en nuestro propio cielo histórico atribuyendo causalidad a virus, bacterias y tumores.? Por qué no nos atrevemos a ir más allá?

En un campo de batalla convencional o electrónico, las líneas de fuego no son las únicas que causan bajas. Detrás están los estrategas. Sólo que en el campo de batalla de nuestra fe nos la jugamos por un solo estratega por encima de todos, que avanza con nosotros hasta la consumación de la historia.

Y si es uno solo por qué permite que haya batalla y no paz definitiva? Enfrentemos el enigma con humildad y encontremos razones de conveniencia, aunque la verdad completa no la sabremos sino hasta el final. Por lo pronto es bueno confiar en el único  absoluto que reconocemos.

"¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?" Les contestó: "Por vuestra poca fe. Os aseguro que si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible

Cuándo un cuerpo apostólico puede ufanarse de vivir una fe como grano de mostaza? Nunca!

Este es el motivo fundamental para orar con humildad, para que asista nuestra fe mucho más pequeña que esa semilla.

Jesús no cesaba en su oración, a pesar de cosechar éxitos aparentes en sus intervenciones. Algo nos querrá decir con eso.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1423965892262645761?s=20

BEATO CARLO

BEATO CARLO

 

Del tratado de san Ireneo, obispo, contra las herejías
(Libro 4,17, 4-6: SC 100, 590-594)
QUIERO MISERICORDIA Y NO SACRIFICIOS

Dios quería de los israelitas, por su propio bien, no sacrificios y holocaustos, sino fe,
obediencia y justicia. Y así, por boca del profeta Oseas, les manifestaba su voluntad,
diciendo: Quiero misericordia y no sacrificios; conocimiento de Dios, más que holocaustos.
Y el mismo Señor en persona les advertía: Si comprendierais lo que significa: “Quiero
misericordia y no sacrificios”, no condenaríais a los que no tienen culpa, con lo cual daba
testimonio a favor de los profetas, de que predicaban la verdad, y a ellos les echaba en
cara su culpable ignorancia.
Y, al enseñar a sus discípulos a ofrecer a Dios las primicias de su creación, no porque él
lo necesite, sino para el propio provecho de ellos, y para que se mostrasen agradecidos,
tomó pan, que es un elemento de la creación, pronunció la acción de gracias, y dijo: Esto
es mi cuerpo. Del mismo modo, afirmó que el cáliz, que es también parte de esta
naturaleza creada a la que pertenecemos, es su propia sangre, con lo cual nos enseñó
cuál es la oblación del nuevo Testamento; y la Iglesia, habiendo recibido de los apóstoles
esta oblación, ofrece en todo el mundo a Dios, que nos da el alimento, las primicias de sus
dones en el nuevo Testamento, acerca de lo cual Malaquías, uno de los doce profetas
menores, anunció por adelantado: Vosotros no me agradáis —dice el Señor de los
ejércitos—, no me complazco en la ofrenda de vuestras manos. Del Oriente al Poniente es
grande entre las naciones mi nombre; en todo lugar ofrecerán incienso y sacrificio a mi
nombre, una ofrenda pura, porque es grande mi nombre entre las naciones —dice el
Señor de los ejércitos—, con las cuales palabras manifiesta con toda claridad que cesarán
los sacrificios del pueblo antiguo y que en todo lugar se le ofrecerá un sacrificio, y éste
ciertamente puro, y que su nombre será glorificado entre las naciones.
Este nombre que ha de ser glorificado entre las naciones no es otro que el de nuestro
Señor, por el cual es glorificado el Padre, y también el hombre. Y, si el Padre se refiere a
su nombre, es porque en realidad es el mismo nombre de su propio Hijo, y porque el
hombre ha sido hecho por él. Del mismo modo que un rey, si pinta una imagen de su hijo,
con toda propiedad podrá llamar suya aquella imagen, por la doble razón de que es la
imagen de su hijo y de que es él quien la ha pintado, así también el Padre afirma que el
nombre de Jesucristo, que es glorificado por todo el mundo en la Iglesia, es suyo porque
es el de su Hijo y porque él mismo, que escribe estas cosas, lo ha entregado por la
salvación de los hombres.
Por lo tanto, puesto que el nombre del Hijo es propio del Padre, y la Iglesia ofrece al
Dios todopoderoso por Jesucristo, con razón dice, por este doble motivo: En todo lugar
ofrecerán incienso y sacrificio a mi nombre, una ofrenda pura. Y Juan, en el Apocalipsis,
nos enseña que el incienso es las oraciones de los santos.