viernes, 26 de noviembre de 2021

BEATO CARLO


 Del Tratado de san Cipriano, obispo y mártir, Sobre la muerte

(Cap. 18, 24. 26: CSEL 3, 308. 312-314)


RECHACEMOS EL TEMOR A LA MUERTE CON EL PENSAMIENTO DE LA INMORTALIDAD QUE LA SIGUE

Nunca debemos olvidar que nosotros no hemos de cumplir nuestra propia voluntad, sino la de Dios, tal como el Señor nos mandó pedir en nuestra oración cotidiana. ¡Qué contrasentido y qué desviación es no someterse inmediatamente al imperio de la voluntad del Señor, cuando él nos llama para salir de este mundo! Nos resistimos y luchamos, somos conducidos a la presencia del Señor como unos siervos rebeldes, con tristeza y aflicción, y partimos de este mundo forzados por una ley necesaria, no por la sumisión de nuestra voluntad; y pretendemos que nos honre con el premio celestial aquel a cuya presencia llegamos por la fuerza. ¿Para qué rogamos y pedimos que venga el reino de los cielos, si tanto nos deleita la cautividad terrena? ¿Por qué pedimos con tanta insistencia la pronta venida del día del reino, si nuestro deseo de servir en este mundo al diablo supera al deseo de reinar con Cristo?

Si el mundo odia al cristiano, ¿por qué amas al que te odia, y no sigues más bien a Cristo, que te ha redimido y te ama? Juan, en su carta, nos exhorta con palabras bien elocuentes a que no amemos el mundo ni sigamos las apetencias de la carne: No améis al mundo —dice— ni lo que hay en el mundo. Quien ama al mundo no posee el amor del Padre, porque todo cuanto hay en el mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida. El mundo pasa y sus concupiscencias con él. Pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre. Procuremos más bien, hermanos muy queridos, con una mente íntegra, con una fe firme, con una virtud robusta, estar dispuestos a cumplir la voluntad de Dios, cualquiera que ésta sea; rechacemos el temor a la muerte con el pensamiento de la inmortalidad que la sigue. Demostremos que somos lo que creemos.

Debemos pensar y meditar, hermanos muy amados, que hemos renunciado al mundo y que mientras vivimos en él somos como extranjeros y peregrinos. Deseemos con ardor aquel día en que se nos asignará nuestro propio domicilio, en que se nos restituirá al paraíso y al reino, después de habernos arrancado de las ataduras que en este mundo nos retienen. El que está lejos de su patria es natural que tenga prisa por volver a ella. Para nosotros, nuestra patria es el paraíso; allí nos espera un gran número de seres queridos, allí nos aguarda el numeroso grupo de nuestros padres, hermanos e hijos, seguros ya de su suerte, pero solícitos aún de la nuestra. Tanto para ellos como para nosotros significará una gran alegría el poder llegar a su presencia y abrazarlos; la felicidad plena y sin término la hallaremos en el reino celestial, donde no existirá ya el temor a la muerte, sino la vida sin fin.

Allí está el coro celestial de los apóstoles, la multitud exultante de los profetas, la innumerable muchedumbre de los mártires, coronados por el glorioso certamen de su pasión; allí las vírgenes triunfantes, que con el vigor de su continencia dominaron la concupiscencia de su carne y de su cuerpo; allí los que han obtenido el premio de su misericordia, los que practicaron el bien, socorriendo a los necesitados con sus bienes, los que, obedeciendo el consejo del Señor, trasladaron su patrimonio terreno a los tesoros celestiales. Deseemos ávidamente, hermanos muy amados, la compañía de todos ellos. Que Dios vea estos nuestros pensamientos, que Cristo contemple este deseo de nuestra mente y de nuestra fe, ya que tanto mayor será el premio de su amor, cuanto mayor sea nuestro deseo de él

jueves, 25 de noviembre de 2021

PALABRA COMENTADA

 

Jueves 34 tiempo ordinario

Año Impar

Daniel 6,12-28



REFLEXIÓN

ante él soy inocente, como tampoco he hecho nada contra ti

En este tiempo es popular expresarse y condenar, casi que automáticamente, todo tipo de autoridad, por su presunta corrupción.

En la Biblia aparece una postura más matizada, a pesar de la confrontación por parte de la Palabra en boca de los profetas contra los poderosos, y entre ellos los reyes.

Sin embargo aparecen figuras de reyes en los que asoma una actitud de protección y favor hacia enviados del Señor, y aunque se mantengan en decisiones injustas, lo hacen a disgusto, casi sin poder hacer otra cosa, comprometidos en la telaraña del poder.

Incluso los elegidos de Dios no tienen una postura contra la autoridad de turno rebelde y conspiradora, sino dócil y leal, aunque denuncien sus crímenes.

arrojarlos al foso de los leones con sus hijos y esposas

Tampoco este exceso de crueldad contra víctimas inocentes es tolerable en nuestro tiempo, más sensible en occidente a la responsabilidad personal que al castigo colectivo.

Él salvó a Daniel de los leones

Aunque no fuera históricamente cierta esta narración, expresaba el sueño de Israel en momentos de opresión extranjera, irrespetuosa de su fe y su Dios.

Interleccional: Daniel 3,68-74



REFLEXIÓN

Luz y tinieblas, bendecid al Señor

Nada hay fuera de su ámbito e intervención. Por eso es bendito, porque su designio se mantiene avanzando, para nuestro bien.

Lucas 21,20-28



REFLEXIÓN

Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que está cerca su destrucción

En boca de Jesús se da una advertencia: la historia del asedio y destrucción de Jerusalén volverá a ocurrir.

La seguridad no está allí en sus murallas, ni en su templo.

hasta que a los gentiles les llegue su hora.

Una expresión que puede tener, además del sentido obvio, el de la conversión de los gentiles que se impulsará desde la misión de apóstoles como Pablo, quien también se convierte de perseguidor en seguidor del crucificado resucitado.

Todo daño de una potencia sobre los más débiles no quedará impune, porque en los ciclos históricos se dará la retaliación.

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación

No está allí en la destrucción del Imperio la solución definitiva, porque otro surgirá.

La definición es la manifestación del poder de Dios, como nos lo ha mostrado el Hijo de Hombre, Jesús de Nazareth.

Los signos de acabamiento y extinción de la vida como la que conocemos y el orden como lo acostumbramos, no traen sólo mensajes trágicos sino también, anhelos y esperanzas en aquel de quien se espera lo más, lo único: la salvación total.

Este es el hijo de hombre glorificado.

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