Domingo Bautismo del Señor C
Isaías 42, 1-4. 6-7
REFLEXIÓN
Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien
prefiero.
La
Palabra nos llega por medio de los seguidores de Isaías, que predicaron a los
cautivos israelitas en Babilonia hacia el siglo VI a.C.
La postración
y desolación de este asentamiento, arrancado de sus raíces, motivó a una
Palabra de Dios de consuelo y ánimo.
La
esperanza que comunica es la promesa de una elección: se trata de un siervo,
servidor o esclavo, figuración de un individuo o un grupo, cuyo perfil se
detalla como pacífico, hacedor de justicia, firme pero compasivo, capaz de
traer alivio a los más vulnerables: ciegos, encarcelados.
Los
cristianos de las primeras comunidades apropiaron para Jesús de Nazareth, ya
muerto y resucitado, el título de Siervo de Yavé porque su vida, enseñanza y
muerte ponía en efecto lo vaticinado.
Cuando
los cristianos hicieron esto no sólo era una forma de profundizar en la
identidad de su maestro, sino también de actualizar en sus vidas de cada día el
seguimiento y la fe.
A su
ejemplo nosotros podemos inspirarnos para continuar en nuestro cuadrante de
espacio y tiempo esa misión que sostiene el Señor.
Salmo responsorial: 28
REFLEXIÓN
La voz del Señor sobre las aguas,
el Señor sobre las aguas torrenciales
El Señor se sienta por encima del aguacero
El agua
es un elemento vital. Somos el planeta azul, de agua. Somos humedad ambulante
con nuestros cuerpos formados por el mayor porcentaje de agua.
El agua
también es un elemento mortal. Fuera de cauce, en los diluvios, excesiva en
nuestro cuerpo, puede amenazar nuestra vida.
Como
criatura de Dios es bendita, pero como calentamiento global o hidropesía, en
parte por nuestra responsabilidad, puede ser maldición.
Nuestra
esperanza es que domine su beneficio y su autor nos mantenga la bendición sobre
la maldición.
Hechos de los apóstoles 10, 34-38
REFLEXIÓN
Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando
Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a
Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó
haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba
con él."
Juan
Bautista encabezaba un movimiento cuya acción principal era bañarse como signo
de lavarse de los pecados, con la aspiración de pasar a formar el grupo que
celebraría la venida definitiva de Dios.
Se
piensa que esta iniciativa la había tomado de comunidades retiradas de
Jerusalén, a orillas del Mar Muerto, que formaban parte de un estilo de vida
Esenio. En estas comunidades los baños de purificación eran comunes.
También
Jesús según el evangelio de Juan, participó del movimiento de Juan Bautista y
hasta bautizaba.
O sea
que las primeras comunidades cristianas tenían motivos suficientes para
incorporar el baño de perdón y purificación a su fe en Jesús de Nazaret, ya
muerto y resucitado.
Lucas 3, 15-16. 21-22
REFLEXIÓN
y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías
Para
nuestro gusto histórico actual resulta promitente pensar que Jesús también,
dentro del movimiento de Juan Bautista, su pariente, se preguntaría si era el
mesías.
Pero
este mismo evangelista es uno de los que incorpora los evangelios de la
infancia, como dando a entender que la identidad mesiánica de Jesús ya le era
conocida por tradición familiar, de parte de sus padres.
En todo
caso podría ser que Jesús aguardara una señal para iniciar la misión de su
Padre Dios de salvación del pueblo.
Jesús también se bautizó.
Entretanto
Jesús aguardaba la señal, se mantenía en las actividades apropiadas y se
formaba. Aprendía y discernía, para estar preparado.
mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espiritu Santo
sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo,
el amado, el predilecto."
Jesús es
confirmado. Su Espíritu es el del Señor. La teofanía intenta expresar algo inenarrable
en forma escueta y sencilla. Jesús de su oración y de las aguas como recién
nacido al Espíritu, emerge como el preferido Siervo de Yavé profetizado.
Los
cristianos lectores de Lucas, se motivaban al escuchar de su maestro, sobre el
sentido de su propio bautismo cristiano. Todos como Jesús se sentían hijos
predilectos ahora en una recién estrenada vida del Espíritu.
Para
ellos el agua ganaba en sentido bendito, con capacidades de regeneración, más
allá de la muerte que podía infligir.
Como la muerte
de su maestro Jesús, cuya muerte no pudo contener la vida definitiva que se
adueñó de él para siempre.
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