Domingo 2 de tiempo ordinario
Isaías 62, 1-5
REFLEXIÓN
hasta que rompa la aurora de su justicia
La
Palabra nos viene hoy por los textos de otra tradición de Isaías, que no es el
histórico de hacía más de un siglo que había existido, sino de escribas que se nutrían
de su orientación en circunstancias nuevas.
Ya no se
trata del contexto de la monarquía del reino de Judá, en la que vivió Isaías,
ni del exilio en Babilonia en la que predicó otro grupo de discípulos isaianos
con el tema de la consolación.
Ahora es
el momento del retorno del exilio, cuando comprueban los retornados, llenos de
esperanza, que la tarea de reconstrucción ha sido más dura de lo que se
pensaba. Y que no cuentan ya con el esplendor de la monarquía davídica
bendecida en Sión como mesías del Señor.
Así el
profeta para no quedar mal con los antecesores debe hacer esfuerzo para que el
ánimo no se vuelva a decaer como en el exilio, ante la pobreza de la realidad.
Por eso
se hace gala de un ánimo que debe venir del Señor, de una esperanza más allá de
la esperanza,llena de lágrimas, porque el consuelo no parece ni tanto.
porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá marido
A pesar
de todo Él nos ama, nos sigue eligiendo, somos su pueblo pobre pero somos su
pueblo, es lo que parece decir el relevo de profeta.
La
lección es que hay que aprender a leer en las circunstancias adversas una
cercanía amorosa del Señor. Aprender significa ajustarse, hacerse al modo,
dejar los propios. Porque el aprendizaje es un salto a lo desconocido.
Ahora
que iniciamos el itinerario regular del tiempo ordinario, nos puede asaltar la
pesadez de un caminar sin mayores brillos.
También
el escepticismo porque vemos que en las realidades diarias no aparecen los
cambios que necesitamos. Que la vela todavía demora.
Salmo responsorial: 95
cantad al Señor, bendecid su nombre
Prosigamos
por tanto en la alabanza recogiendo las sutiles evidencias de su intervención
con acción de gracias.
1Corintios 12, 4-11
REFLEXIÓN
En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.
La diversidad
es de temer cuando significa caos. Pero es una riqueza cuando converge en el
bien de todos, el más universal y necesario.
Por
tanto resulta destructivo para nuestra obra de asociación con el Espíritu
alzarnos posesivamente con los dones y carismas que se nos han delegado, para
bien de los hermanos y hermanas.
Los
dones del Espíritu por glamorosos que se vean son para construir fraternidad y
sororidad.
repartiendo a cada uno en particular como a él le parece.
La
presunción sobre los carismas y su extrapolación de alguno, como el más
importante, estaría muy a tono con el anhelo de protagonismo, tan común entre
nosotros.
Pero el
antídoto es el convencimiento del carisma como donación del Señor, para el bien
de todos. Tanto es más importante mientras más coopere con la construcción de
la fraternidad. Tanto cuanto.
Juan 2, 1-11
REFLEXIÓN
"Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya
están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta
ahora."
EN el
tema de los milagros y la intervención del Señor en nuestra existencia, como
personas y como pueblo, no prestamos tanta atención a la calidad de las
soluciones que nos ofrece.
Sólo una
mirada de fe más atenta y agradecida descubre su intervención por pequeña que
sea, como la mejor y más atinada solución al problema que nos aflige.
Es la
matriz de toda intervención de Dios, que pone al descubierto el evangelio: vino
nuevo de la nueva alianza con Jesús de Nazaret, en vez de agua de abluciones de
los judíos.
manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.
Y por
tanto no logramos captar toda la gloria de su intervención, mientras no
aquilatemos la sabiduría de su aporte.
Sin
embargo, como los discípulos, nuestra fe no ha terminado de crecer y deberá
prepararse a expandir su comprensión, a la gloria de futuras intervenciones,
cuando no parecen favorecernos tanto.
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