EPIFANIA
dia 2 Antes de
Epifanía
1Juan 2,22-28
REFLEXIÓN
Si permanece
en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre;
y ésta es la promesa que él mismo nos hizo: la vida eterna.
Permanecer μένω lo escuchado, permanecer en la comunión de Hijo y
Padre. Un asunto de adhesión, pertenencia, fidelidad, y referencia que dura.
Todas las relaciones humanas que se forman y
establecen, tienen la intención de permanecer, durar: parejas, hijos, familia,
amistad, alianzas políticas.
Y con mucha frecuencia son ayes de dolor y amargura
los que se escuchan porque la relación entra en crisis, o se distancia, o se
rompe y el saldo es la infelicidad.
Lo que abunda es el discurso que promete la
duración de la relación. Una promesa que se rompe con mucha facilidad.
Un remedio a esta naturaleza deleznable se pretende
con la obligación de la ley, la fuerza que lo legal debe hacer cumplir.
Y el saldo es que además de infieles se multiplican
los delitos, los delincuente, los ilegales, los proscritos.
Por eso miramos esta Palabra que ofrece duración
con esperanza. Una esperanza que no se confunde con ilusión. Una cosa es ser
esperanzado y otra iluso. La esperanza de la permanencia en la comunión se
construye en colaboración con el Señor, porque Él tampoco quiere poder mucho
sin nosotros.
Salmo responsorial: 97
REFLEXIÓN
se acordó de su misericordia y su fidelidad
La misericordia del Señor activa su fidelidad. Lo que ha
prometido permanece, pero nosotros no. De nuestra parte lo común es la
infidelidad. Por su perdón regenerador la misericordia que nos tiene, vuelve a
mantener su promesa.
El Señor es un codependiente de nuestra fragilidad. No quiere
desvincularse de nuestra suerte, aunque lo dejemos mal. Torna a insistir por
misericordia en su fidelidad.
No teme como nosotros, que tanto perdón lo haga parecer poco
apreciado en su ofrecimiento. Su poderío consiste en mantenerse a la espera de
nuestra vuelta, de nuestra maduración, cuando nos demos cuenta de su amor y lo
tomemos en serio.
Juan 1,19-28
REFLEXIÓN
Yo soy la voz que grita en el desierto:
Como el profeta seguidor de Isaías, que lo revivía en el
destierro, para consolación del pedazo de pueblo.
Una voz anónima que se deja escuchar como un espontáneo, sin
ninguna identificación o certificación de alguna autoridad, como muestra de la
soberanía y libertad del Espíritu, para producir la comunicación salvífica de
parte del Señor.
Ninguna
de las etiquetas: Elías, el Profeta, el Mesías, logra ubicar a Juan el
Bautista. Él lo hace con una voz que surge por impulso que viene del Señor. Su
misión se desmarca de las autoridades. Éstas son ilegítimas para el
evangelista.
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