Lunes 3 de tiempo
ordinario
Año Impar
Hebreos 9,15.24-28
REFLEXIÓN
Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres
-imagen del auténtico-, sino en el mismo
cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros.
Por
lo tanto el cielo es Dios, su presencia. En Jesús, nueva humanidad tenemos
acceso al mismo.
Cómo
se compadece esta afirmación con nuestra sensación de infierno, el cual
padecemos como humanidad itinerante, aunque sea de tiempo en tiempo?
Algunos
intentan darle un sentido de cruz como prueba, que comparte con muchos otros el
pecado del mundo, las avanzadas del anti-reino.
Otros
lo entienden como el aporte de lucha y construcción que es preciso llevar
adelante para que amanezca un mundo nuevo.
Ninguno
de los dos sentidos puede darse por único y por una explicación definitiva.
Podemos
convivir con ambas explicaciones volviendo a nuestra clave que es Jesús
nazareno, quien expió pero también construyó.
La
consolación es como una participación del cielo, por la densidad de presencia
del Espíritu de Dios que vivenciamos.
Y
también es un relanzamiento, un avivamiento para asumir con mayor convicción y
energía nuestro peregrinaje, expiando y construyendo.
La segunda vez
aparecerá, sin ninguna relación al pecado, a los que lo esperan, para salvarlos.
La
doctrina tradicional ha separado los momentos de segunda venida de Jesús para
sus creyentes: una individual y otra colectiva. Juicio privado y juicio
universal.
Podrían
ser dos maneras de ver un único momento, que podríamos unir cuando con nuestra
muerte individual pasamos al Señor.
Porque
nuestra división del tiempo tiene poco que ver con la eternidad de Dios.
Salmo responsorial: 97
REFLEXIÓN
Los confines de la tierra han contemplado / la victoria de
nuestro Dios
La
contemplación de la intervención victoriosa del Señor, el cielo en la tierra,
es un don libre que recibimos en acción de gracias.
Un
combustible para alimentar nuestra energía para el peregrinaje.
La
consolación del Señor tiene un sentido para la misión del Señor. No se resuelve
en una mera contemplación narcisista para degustarnos en contemplación.
Porque
nuestra fe es apostólica, testimonial.
Marcos 3,22-30
REFLEXIÓN
El los invitó a acercarse
Jesús
intenta hacerse entender por las buenas. Que vean su buena fe y sinceridad en
lo que hace. No siempre tuvo éxito, y más bien la tendencia se agudizó hacia el
rechazo y ajusticiamiento.
el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con
su pecado para siempre". Se refería a los que decían que tenía dentro un
espíritu inmundo.
Atacar la buena voluntad de una buena obra dificulta aceptar
la buena obra. Es una trampa de la que no se sale sino se vuelve uno de buena
voluntad para aceptar de nuevo la obra buena. Mientras permanece en esa dureza
es difícil recibir perdón quien ni siquiera entiende por qué debe ser
perdonado.
Decir
que echar demonios es obra de demonios, que curar a los enfermos es obra de
Satán, blasfema contra el Espíritu Santo, y no puede ser perdonado, y cargará
siempre son su pecado, no por que sea castigado con algo adicional, sino porque
nunca podrá salir del círculo infernal, que atribuye el bien al mal, y por lo
tanto no cree que haya salvación posible.
Atribuir
el buen obrar al anti-reino es condenarnos a un estado de suspicacia y mala
voluntad tal, que no nos permite visualizar el avance del reino de Dios.
Es
preferible pasar por ingenuos o cándidos que llevar nuestra crítica hasta el
extremo de destruir la confianza en el bien.
Sí
hay bien en el mundo, sí hay intervención del Espíritu, sí avanza el reino.
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