viernes, 13 de octubre de 2023

PALABRA COMENTADA

 

VIERNES 27 DE TIEMPO ORDINARIO

Año Impar

Joel 1,13-15;2,1-2



REFLEXIÓN

Que está cerca el día del Señor

Momento de juicio y gracia, que se anticipa procesualmente en acontecimientos, para elevar nuestra alerta y disponibilidad a la conversión.

Una ley de la encarnación es el tiempo para la maduración de la gracia o plenitud de los tiempos.

No consiste en una final cataclísmico, porque no se ha comportado así el Espíritu en los acontecimientos cotidianos.

Sino más bien en cambios que van trayendo los eventos imbuíos de gracia salvadora y nos llaman a una conciencia espiritual cónsona.

Salmo responsorial: 9



REFLEXIÓN

Te doy gracias, Señor, de todo corazón

Quiere decir que no obstante las frustraciones ante la lentitud que sentimos en el avance de su salvación, queremos reconocer cómo todo está en sus manos y avanza su proceso de gracia, en profundidad y verdad.

Te damos gracias en esperanza, ya que en silencio y modestia crece el reino de amor, justicia y paz en nuestras vidas.

La inclinación contemporánea al autocrecimiento, es una señal de la sensibilidad por un proceso de calidad humana, espiritual pero encarnada, que bien pudiéramos considerar de gracia.

Lucas 11,15-26



REFLEXIÓN

"Si echa los demonios es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios."

Qué origina la malignidad de este pronunciamiento?: el celo mezquino de quienes monopolizaban la religión, que en ese momento era también política de Estado.

Así juzgamos nosotros de cosas buenas que hacen otros y no queremos admitir como buenas, porque los adversamos y envidiamos.

Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino?

Simple lógica. Más contundente que nuestra teoría de la conspiración que es especulativa.

vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan?

de lo que acusas eres reo también

si yo echo les demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros

También entonces habría estafadores de la religión y charlatanes.

Jesús los invita a superar su suspicacia y verificar que en él las señales son del reino del Padre.

Pero Jesús está muy lejos de violentar a nadie para que lo acepte.

Un reino más fuerte ha llegado. Pero nos molesta que no sea por mí que llega, sino por otro.

Como la cooperación que se da entre cristianos y musulmanas en actividades por la paz, a favor de mujeres y niños.

Signos de los tiempos del Reino que crece en la cooperación de creyentes y no creyentes.

El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama

Se puede no conocerlo pero si se sigue su causa se está con Él. Su causa es el reino de amor y justicia.

Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre…va a coger otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio."

El proceso hacia la transformación en Cristo, no es irreversible porque está asentado en la libertad de decisión del humano. Se puede dar la regresión. Es mejor estar alerta.

Sucede como en la adicción a la droga: la recaída es peor.

Por eso la oración y el amor solidario es un trabajo de colaboración con el reino, para que se mantenga su dominio y no eche para atrás la disponibilidad para el reino.

La señal del reino por sí sola no garantiza un establecimiento definitivo. Para que la casa arreglada se mantenga hay que trabajar conjuntamente con el Espíritu.

Si no la situación se vuelve más lamentable.

Pero ahí no acaba todo, si no se hace algo para que no regrese el reino del demonio.

https://x.com/motivaciondehoy/status/1712793689305563294?s=20

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Joel 1,13-15;2,1-2

Un tiempo como de tinieblas parece haberse instalado, para darnos conciencia de que lo que vivimos es una sujección mayor.

Salmo responsorial: 9

Debemos acudir a las fuentes de la esperanza para que nuestra fortaleza no decaiga

Lucas 11,15-26

Y en medio de todo, contra esperanza, captar las señales del Reino presente pero disipando las tinieblas



BEATO CARLO


 
San Vicente de Lerins
Primer Conmonitorio 23

¿Es posible que se dé en la Iglesia un progreso en los conocimientos

religiosos? Ciertamente que es posible, y la realidad es que este progreso se da.

 En efecto, ¿quién envidiaría tanto a los hombres y sería tan enemigo

de Dios como para impedir este progreso? Pero este progreso sólo

puede darse con la condición de que se trate de un auténtico progreso

en el conocimiento la fe, no de un cambio en la misma fe. Lo propio del

progreso es que la misma cosa que progresa crezca y aumente, mientras

lo característico del cambio es que la cosa que se muda se convierta en

algo totalmente distinto.

Es conveniente, por tanto, que, a través de todos los tiempos y de

todas las edades, crezca y progrese la inteligencia, la ciencia y la

sabiduría de cada una de las personas y del conjunto de los hombres,

tanto por parte de la Iglesia entera, como por parte de cada uno de sus

miembros. Pero este crecimiento debe seguir su propia naturaleza; es

decir, debe estar de acuerdo con las líneas del dogma y debe seguir el

dinamismo de una única e idéntica doctrina.

 Que el conocimiento religioso imite, pues, el modo como crecen los

cuerpos, los cuales, si bien con el correr de años se van desarrollando,

conservan, no obstante, su propia naturaleza. Gran diferencia hay entre

la flor de la infancia y la madurez de la ancianidad, pero, no obstante,

los que van llegando ahora a la ancianidad son, en realidad, los mismos

que hace un tiempo eran adolescentes. La estatura y las costumbres del

hombre pueden cambiar, pero su naturaleza continúa idéntica y su

persona es la misma.

 Los miembros de un recién nacido son pequeños, los de un joven

están ya desarrollados; pero, con todo, el uno y el otro tienen el mismo

número de miembros. Los niños tienen los mismos miembros que los

adultos y, si algún miembro del cuerpo no es visible hasta la pubertad,

este miembro, sin embargo, existe ya como un embrión en la niñez, de

tal forma que nada llega a ser realidad en el anciano que no se contenga

como en germen en el niño.

 No hay, pues, duda alguna: la regla legítima de todo progreso y la

norma recta de todo crecimiento consiste en que, con el correr de los

años, vayan manifestándose en los adultos las diversas perfecciones de

cada uno de aquellos miembros que la sabiduría del Creador había ya

preformado en el cuerpo del recién nacido.

 Porque, si aconteciera que un ser humano tomara apariencias distintas a las de su propia

 especie, sea porque adquiriera mayor número de

miembros, sea porque perdiera alguno de ellos, tendríamos que decir

que todo el cuerpo perece o bien que se convierte en un monstruo o,

por lo menos, que ha sido gravemente deformado. Es también esto

mismo lo que acontece con los dogmas cristianos: las leyes de su

progreso exigen que éstos se consoliden a través de las edades, se

desarrollen con el correr de los años y crezcan con el paso del tiempo.

 Nuestros mayores sembraron antiguamente, en el campo de la

Iglesia, semillas de una fe de trigo; sería ahora grandemente injusto e

incongruente que nosotros, sus descendientes, en lugar de la verdad del

trigo, legáramos a nuestra posteridad el error de la cizaña.

 Al contrario, lo recto y consecuente, para que no discrepen entre sí

la raíz y sus frutos, es que de las semillas de una doctrina de trigo

recojamos el fruto de un dogma de trigo; así, al contemplar cómo a través

de los siglos aquellas primeras semillas han crecido y se han desarrollado,

podremos alegrarnos de cosechar el fruto de los primeros trabajos.