(Carta 130, 14, 25-26 a Proba: CSEL 44, 68-71)
No sabemos pedir lo que nos conviene
Quizá me preguntes aún por qué razón dijo el Apóstol que no sabemos pedir
Quizá me preguntes aún por qué razón dijo el Apóstol que no sabemos pedir lo que nos conviene, siendo así que podemos pensar que tanto el mismo Pablo
como aquellos a quienes él se dirigía conocían la oración dominical.
Porque el Apóstol experimentó seguramente su incapacidad de orar como
conviene, por eso quiso manifestarnos su ignorancia; en efecto, cuando, en
medio de la sublimidad de sus revelaciones, le fue dado el aguijón de su carne, el
ángel de Satanás que lo apaleaba, desconociendo la manera conveniente de orar,
Pablo pidió tres veces al Señor que lo librara de esta aflicción. Y oyó la respuesta
de Dios y el porqué no se realizaba ni era conveniente que se realizase lo que
pedía un hombre tan santo: Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la
debilidad.
Ciertamente, en aquellas tribulaciones que pueden ocasionarnos provecho o
daño no sabemos cómo debemos orar; pues como dichas tribulaciones nos
resultan duras y molestas y van contra nuestra débil naturaleza, todos
coincidimos naturalmente en pedir que se alejen de nosotros. Pero, por el amor
que nuestro Dios y Señor nos tiene, no debemos pensar que si no aparta de
nosotros aquellos contratiempos es porque nos olvida; sino más bien por la
paciente tolerancia de estos males, esperemos obtener bienes mayores, y así la
fuerza se realiza en la debilidad. Esto, en efecto, fue escrito para que nadie se
enorgullezca si, cuando pide con impaciencia, es escuchado en aquello que no le
conviene, y para que nadie decaiga ni desespere de la misericordia divina si su
oración no es escuchada en aquello que pidió y que, posiblemente, o bien le
sería causa de un mal mayor o bien ocasión de que, engreído por la prosperidad,
corriera el riesgo de perderse. En tales casos, ciertamente, no sabemos pedir lo
que nos conviene.
Por tanto, si algo acontece en contra de lo que hemos pedido, tolerémoslo
con paciencia y demos gracias a Dios por todo, sin dudar en lo más mínimo de
que lo más conveniente para nosotros es lo que acaece según la voluntad de Dios
y no según la nuestra. De ello nos dio ejemplo aquel divino Mediador, el cual
dijo en su pasión: Padre, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz, pero,
con perfecta abnegación de la voluntad humana que recibió al hacerse hombre,
añadió inmediatamente: Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú
quieres. Por lo cual, entendemos perfectamente que por la obediencia de uno
todos se convertirán en justos.