San Ambrosio
Exposición sobre evangelio de San Lucas 2,19.22-23.26-27
El ángel que
anunciaba los misterios, para llevar a la fe mediante algún ejemplo, anunció a
la Virgen María la maternidad de una mujer estéril y ya entrada en años,
manifestando así que Dios puede hacer todo cuanto le place. Desde que lo supo,
María, no por falta de fe en la profecía, no por incertidumbre respecto al
anuncio, no por duda acerca del ejemplo indicado por el ángel, sino con el
regocijo de su deseo, como quien cumple un piadoso deber, presurosa por el
gozo, se dirigió a las montañas. Llena de Dios de ahora en adelante, ¿cómo no
iba a elevarse apresuradamente hacia las alturas? La lentitud en el esfuerzo es
extraña a la gracia del Espíritu. Bien pronto se manifiestan los beneficios de
la llegada de María y de la presencia del Señor; pues en el momento mismo en
que Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre, y ella se
llenó del Espíritu Santo. Considera la precisión y exactitud de cada una de las
palabras: Isabel fue la primera en oír la voz, pero Juan fue el primero en
experimentar la gracia, porque Isabel escuchó según las facultades de la
naturaleza, pero Juan, en cambio, se alegró a causa del misterio. Isabel sintió
la proximidad de María, Juan la del Señor; la mujer oyó la salutación de la
mujer, el hijo sintió la presencia del Hijo; ellas proclaman la gracia, ellos,
viviéndola interiormente, logran que sus madres se aprovechen de este don hasta
tal punto que, con un doble milagro, ambas empiezan a profetizar por
inspiración de sus propios hijos. El niño saltó de gozo y la madre fue llena
del Espíritu Santo, pero no fue enriquecida la madre antes que el hijo, sino
que, después que fue repleto el hijo, quedó también colmada la madre. Juan
salta de gozo y María se alegra en su espíritu. En el momento que Juan salta de
gozo, Isabel se llena del Espíritu, pero, si observas bien, de María no se dice
que fuera llena del Espíritu, sino que se afirma únicamente que se alegró en su
espíritu (pues en ella actuaba ya el Espíritu de una manera incomprensible); en
efecto: Isabel fue llena del Espíritu después de concebir; María, en cambio, lo
fue ya antes de concebir porque de ella se dice: ¡Dichosa tú que has creído!
Pero dichosos también vosotros, porque habéis oído creído; pues toda alma
creyente concibe y engendra la Palabra de Dios y reconoce sus obras. Que en
todos resida el alma de María para glorificar al Señor; que en todos esté el
espíritu de María para alegrarse en Dios.
REFLEXIÓN
Compartir la gracia que se posee, mucha o poca, incrementa la misma misteriosamente. No es una cosa, o atributo sino la presencia del Dios Altísimo participada misteriosamente en la criatura limitada y mortal. Al compartirse es posible gozarse con la Gloria de Dios, que aporta el gusto de Dios.
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