lunes, 22 de febrero de 2021

DOCTORES DE LA IGLESIA

 

San Gregorio Nacianceno Sermón sobre el amor a los pobres 14,23-25


Reconoce de dónde te viene que existas, que tengas vida, inteligencia y sabiduría, y, lo que está por encima de todo, que conozcas a Dios, tengas la esperanza del reino de los cielos y aguardes la contemplación de la gloria (ahora, por cierto, de forma enigmática y como en un espejo; pero después de manera más plena y pura); reconoce de dónde te viene que seas hijo de Dios, coheredero de Cristo, y, dicho con toda audacia, que seas, incluso, convertido en Dios. ¿De dónde y por obra de quién te vienen todas estas cosas?

El reconocimiento es un aspecto fundamental de la opción de fe, porque admite haber sido amado y amada por Otro, para propósitos óptimos, que ningún otro pudiera ofrecer y comprometer. El reconocimiento surca toda la peregrinación de la Palabra de Dios en las Escrituras, y ha sido celebrado multisecularmente por hombres y mujeres en diferentes comunidades de etnias, lenguas, simbologías. Aunque también ha sido negado, obstruído, vilipendiado por muchos y muchas, que no encuentran la evidencia suficiente, fuera y dentro de su corazón.

Limitándonos a hallar en las realidades pequeñas que se hallan al alcance de nuestros ojos, ¿de quién procede el don y el beneficio de que puedas contemplar la belleza del cielo, el curso del sol, la órbita de la luna, la muchedumbre de los astros, y la armonía y el orden que resuenan en todas estas cosas, como en una lira? ¿Quién te ha dado las lluvias, la agricultura, los alimento, las artes, las casas, las leyes, la sociedad, una vida grata y a nivel humano, así como la amistad y familiaridad con aquellos con quienes te une un verdadero parentesco ? ¿A qué se debe que puedas disponer de los animales, en parte como animales domésticos y en parte como alimentos? ¿Quién te ha constituido dueño y señor de todas las cosas que hay en la tierra? ¿Quién ha otorgado al hombre, para no hablar de cada cosa una por una, todo aquello que le hace estar por encima de los demás seres vivientes ?

Los detalles de la existencia, aun con un sabor agrario, distante de nuestro universo tecnológico, plantean la complejidad de la vida que se nos muestra favorable para medrar. Como una bendición en cascada permanente y constante. Quien descifra las cantidades de etapas y secuencias que constituyen el tejido de la vida, pueden sentir que dominan la misma, o que son dominados por Alguien que dejo esta maravilla en nuestras manos, y no para destruir.

¿Acaso no ha sido Dios, el mismo que ahora te solicita tu benignidad, por encima de todas las cosas y en lugar de todas ellas? ¿No habríamos de avergonzarnos, nosotros, que tantos y tan grandes beneficios hemos recibido o esperamos de él, si ni siquiera le pagáramos con esto, con nuestra benignidad? Y si él, que es Dios y Señor, no tiene a menos llamarse nuestro Padre, ¿vamos nosotros a renegar de nuestros hermanos ? No consintamos, hermanos y amigos míos, en administrar de mala manera lo que por don divino se nos ha concedido, para que no tengamos que escuchar aquellas palabras: Avergonzaos, vosotros, que retenéis lo ajeno, proponeos la imitación de la equidad de Dios, y nadie será pobre. No nos dediquemos a acumular y guardar dinero, mientras otros tienen que luchar en medio de la pobreza, para no merecer el ataque acerbo y amenazador de las palabras del profeta Amós: Escuchadlo, los que decías: «¿Cuándo pasará la luna nueva para vender el trigo, y el sábado para ofrecer el grano?» Imitemos aquella suprema y primordial ley de Dios, que hace llover sobre los justos y los pecadores, y hace salir igualmente el sol para todos; al mismo tiempo que pone la tierra, las fuentes, los ríos y los bosques a disposición de todos sus habitantes; el aire se lo entrega a las aves, y las aguas del mar a los peces, y a todos ellos los subsidios para su existencia con toda abundancia, sin que haya autoridad de nadie que los detenga, ni ley que los circunscriba, ni fronteras que los separen; se lo entregó todo en común, con amplitud y abundancia, y sin deficiencia alguna. Así enaltece la uniforme dignidad de la naturaleza con la igualdad de sus dones, y pone de manifiesto las riquezas de su benignidad.

Benignidad que llama y convoca a la benignidad de nosotros y nosotras. Es otro nombre para la solidaridad entre hermanos y hermanas. Benignidad es la sombra que proyectamos, del Señor que está a nuestras espaldas, como un sol, siguiéndonos, cuidándonos, amándonos. El Padre que ama en sus hijos la unión que produce la equidad.

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