miércoles, 5 de mayo de 2021

PADRES DE LA IGLESIA

 
De la carta a Diogneto
(Caps. 5-6: Funk 1, 397-401)
LOS CRISTIANOS EN EL MUNDO

Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el lugar en que viven, ni
por su lenguaje, ni por su modo de vida. Ellos, en efecto, no tienen ciudades propias, ni
utilizan un hablar insólito, ni llevan un género de vida distinto. Su sistema doctrinal no ha
sido inventado gracias al talento y especulación de hombres estudiosos, ni profesan, como
otros, una enseñanza basada en autoridad de hombres.


Viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las costumbres
de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida y, sin
embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble.
Habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos,
pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero
están en toda patria como en tierra extraña. Igual que todos, se casan y engendran hijos,
pero no se deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el
lecho.


Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está
en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes.
Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos. Se les da muerte, y
con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan
en todo. Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello
atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a
cambio, devuelven honor: Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y, al ser
castigados a muerte, se alegran como si se les diera la vida. Los judíos los combaten como
a extraños, y los gentiles los persiguen, y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no
saben explicar el motivo de su enemistad.


Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el
cuerpo. El alma, en efecto, se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo; así
también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo. El alma
habita en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; los cristianos viven en el mundo, pero no
son del mundo. El alma invisible está encerrada en la cárcel del cuerpo visible; los
cristianos viven visiblemente en el mundo, pero su religión es invisible. La carne aborrece
y combate al alma, sin haber recibido de ella agravio alguno, sólo porque le impide
disfrutar de los placeres; también el mundo aborrece a los cristianos, sin haber recibido
agravio de ellos, porque se oponen a sus placeres.


El alma ama al cuerpo y a sus miembros, a pesar de que éste la aborrece; también los
cristianos aman a los que los odian. El alma está encerrada en el cuerpo, pero es ella la
que mantiene unido el cuerpo; también los cristianos se hallan retenidos en el mundo
como en una cárcel, pero ellos son los que mantienen la trabazón del mundo. El alma
inmortal habita en una tienda mortal; también los cristianos viven como peregrinos en
moradas corruptibles, mientras esperan la incorrupción celestial. El alma se perfecciona
con la mortificación en el comer y beber; también los cristianos, constantemente
mortificados, se multiplican más y más. Tan importante es el puesto que Dios les ha
asignado, del que no les es lícito desertar

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