BEATO CARLO
De los sermones de san Cesáreo de Arlés, obispo(Sermón 25,1: CCL 103,111-112)LA MISERICORDIA DIVINA Y LA MISERICORDIA HUMANA
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dulce es el nombre
de misericordia; hermanos muy amados; y, si el nombre es tan dulce, ¿cuánto más no lo
será la cosa misma? Todos los hombres la desean, mas, por desgracia, no todos obran de
manera que se hagan dignos de ella; todos desean alcanzar misericordia, pero son pocos
los que quieren practicarla.
Oh hombre, ¿con qué cara te atreves a pedir, si tú te resistes a dar? Quien desee
alcanzar misericordia en el cielo debe él practicarla en este mundo. Y, por esto, hermanos
muy amados, ya que todos deseamos la misericordia, actuemos de manera que ella llegue
a ser nuestro abogado en este mundo, para que nos libre después en el futuro. Hay en el
cielo una misericordia, a la cual se llega a través de la misericordia terrena. Dice, en
efecto, la Escritura: Señor, tu misericordia llega al cielo.
Existe, pues, una misericordia terrena y humana, otra celestial y divina. ¿Cuál es la
misericordia humana? La que consiste en atender a las miserias de los pobres. ¿Cuál es la
misericordia divina? Sin duda, la que consiste en el perdón de los pecados. Todo lo que da
la misericordia humana en este tiempo de peregrinación se lo devuelve después la
misericordia divina en la patria definitiva. Dios en este mundo, padece frío y hambre en la
persona de todos los pobres, como dijo él mismo: Cada vez que lo hicisteis con uno de
éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. El mismo Dios que se digna dar en el
cielo quiere recibir en la tierra.
¿Cómo somos nosotros, que, cuando Dios nos da, queremos recibir y, cuando nos pide,
no le queremos dar? Porque, cuando un pobre pasa hambre, es Cristo quien pasa
necesidad, como dijo él mismo: Tuve hambre, y no me disteis de comer. No apartes, pues,
tu mirada de la miseria de los pobres, si quieres esperar confiado el perdón de los
pecados. Ahora, hermanos, Cristo pasa hambre, él es quien se digna padecer hambre y
sed en la persona de todos los pobres; y lo que reciba aquí en la tierra lo devolverá luego
en el cielo.
Os pregunto, hermanos, ¿qué es lo que queréis o buscáis cuando venís a la iglesia?
Ciertamente la misericordia. Practicad, pues, la misericordia terrena, y recibiréis la
misericordia celestial. El pobre te pide a ti, y tú le pides a Dios; aquél un bocado, tú la vida
eterna. Da al indigente, y merecerás recibir de Cristo, ya que él ha dicho: Dad, y se os
dará. No comprendo cómo te atreves a esperar recibir, si tú te niegas a dar. Por esto,
cuando vengáis a la iglesia, dad a los pobres la limosna que podáis, según vuestras
posibilidades.
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