San Agustín Carta a Proba 130,14,27-15,28
Quien pide al Señor aquella sola cosa
que hemos mencionado, es decir, la vida dichosa de la gloria, y esa sola cosa
busca, éste pide con seguridad y pide con certeza, y no puede temer que algo le
sea obstáculo para conseguir lo que pide, pues pide aquello sin lo cual de nada
le aprovecharía cualquier otra cosa que hubiera pedido, oran como conviene.
Ésta es la única vida verdadera, la única vida feliz: contemplar eternamente la
belleza del Señor, en la inmortalidad e incorruptibilidad del cuerpo y del
espíritu. En razón de esta sola cosa, nos son necesarias todas las demás cosas;
en razón de ella, pedimos oportunamente las demás cosas. Quien posea esta vida
poseerá todo lo que desee, y allí nada podrá desear que no sea conveniente.
Allí está la fuente de la vida, cuya sed debemos avivar en la oración, mientras
vivimos aún de esperanza.
REFLEXIÓN
Experiencia humana del
Misterio de Dios, su vida dichosa interminable a la que aspiramos, es
balbucear. Porque nos rebasa constantemente en todo lo que pensemos, deseemos o
describamos No tenemos nada que podamos poner como evidencia, excepto la
promesa que en palabras humanas nos transmite su Palabra, máxime su Palabra
hecha carne, que muestra en sí algo de su promesa de vida, por testimonios humanos
en palabras humanas inspiradas. Nos arriesgamos mucho al apostarlo todo por esa
promesa de vida, es el mérito de la fe y
esperanza.
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