22 de diciembre
San Beda el Venerable Sobre el evangelio de san Lucas 1,46-55
Bellamente
llama a Israel siervo del Señor, ya que efectivamente el Señor lo ha acogido
para salvarlo por ser obediente y humilde, de acuerdo con lo que dice Oseas:
Israel es mi siervo, y yo lo amo. Porque quien rechaza la humillación tampoco
puede acoger la salvación, ni exclamar con el profeta: Dios es mi auxilio, el
Señor sostiene mi vida, y el que se haga pequeño como este niño, ése es el más
grande en el reino de los cielos. Como lo había prometido a nuestros padres, en
favor de Abrahán y su descendencia por siempre. No se refiere a la descendencia
carnal de Abrahán, sino a la espiritual, o sea, no habla de los nacidos
solamente de su carne, sino de los que siguieron las huellas de su fe, lo mismo
dentro que fuera de Israel. Pues Abrahán había creído antes de la circuncisión,
y su fe le fue tenida en cuenta para la justificación. De modo que el
advenimiento del Salvador se le prometió a Abrahán y a su descendencia por
siempre, o sea, a los hijos de la promesa, de los que se dice: Si sois de
Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos de la promesa. Con razón,
pues, fueron ambas madres quienes anunciaron con sus profecías los nacimientos
del Señor y de Juan, para que, así como el pecado empezó por medio de las
mujeres, también los bienes comiencen por ellas, y la vida que pereció por el
engaño de una sola mujer sea devuelta al mundo por la proclamación de dos
mujeres que compiten por anunciar la salvación.
REFLEXIÓN
La acción de gracias de la Virgen, requiere una conciencia especial, en la que reconoce que ha sido promovida a un estado inaudito de gloria y gracia, ni pensado ni soñado ni querido. Agraciada en el límite que exclama María implica una medida no conocida, una dimensión no penetrada, una perspectiva global del mundo, la historia de salvación y su puesto en ello, más allá de toda consideración posible a ser o mujer humana precedente. María inaugura una visión trascendente absoluta porque identifica plenamente al Hacedor del don y en ella el grado máximo de elección. Por eso de la conciencia de María surge el anonadamiento ensimismado que la conduce a un corazón que medita y guarda para distribuir a su tiempo la sabiduría de Dios.
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