Domingo, XXV semana
San Agustín Sermón sobre los pastores 46,13
No fortalecéis a las ovejas débiles,
dice el Señor. Se lo dice a los malos pastores, a los pastores falsos, a los
pastores que buscan su interés y no el de Jesucristo, que se aprovechan de la
leche y la lana de las ovejas, mientras que no se preocupan de ellas ni piensan
en fortalecer su mala salud. Pues me parece que hay alguna diferencia entre
estar débil, o sea, no firme –ya que son débiles los que padecen alguna
enfermedad–, y estar propiamente enfermo, o sea, con mala salud. Desde luego
que estas ideas que nos estamos esforzando por distinguir las podríamos
precisar, por nuestra parte, con mayor diligencia, y por supuesto que lo haría
mejor cualquier otro que supiera más o fuera más fervoroso; pero, de momento, y
para que no os sintáis defraudados, voy a deciros lo que siento, como
comentario a las palabras de la Escritura. Es muy de temer que al que se
encuentra débil no le sobrevenga una tentación y le desmorone. Por su parte, el
que está enfermo es ya esclavo de algún deseo que le está impidiendo entrar por
el camino de Dios y someterse al yugo de Cristo. Pensad en esos hombres que
quieren vivir bien, que han determinado ya vivir bien, pero que no se hallan
tan dispuestos a sufrir males, como están preparados a obrar el bien. Sin
embargo, la buena salud de un cristiano le debe llevar no sólo a realizar el
bien, sino también a soportar el mal. De manera que aquellos que dan la
impresión de fervor en las buenas obras, pero que no se hallan dispuestos o no
son capaces de sufrir los males que se les echan encima, son en realidad
débiles. Y aquellos que aman el mundo y que por algún mal deseo se alejan de
las buenas obras, éstos están delicados y enfermos, puesto que, por obra de su
misma enfermedad, y como si se hallaran sin fuerza alguna, son incapaces de
ninguna obra buena. En tal disposición interior se encontraba aquel paralítico
al que, como sus portadores no podían introducirle ante la presencia del Señor,
hicieron un agujero en el techo, y por allí lo descolgaron
REFLEXIÓN
La gracia no tiene hoja de
ruta rígidamente precisada, y aún en condiciones malas es capaz de remover obstáculos
en los alejados para inspirar su vuelta al Amor de Dios. Las condiciones de
enfermedad o debilidad, aunque dificultan y aun gravemente impiden avanzar en
la voluntad de Dios que es su reinado, no logran detener su crecimiento, el
cual es imparable. Por eso la exhortación
a acercarse y hacer algún esfuerzo por el bien, es lo propio de quien sirve a
los peregrinos de la fe. Ciertamente no hay un claro-oscuro en la disposición y
la entrega del creyente, sino un gran diversidad y variedad, análoga a la
creación.
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