Sábado, XXV semana
San Hilario Tratado sobre los salmos 64,14-15
La acequia de Dios va llena de agua,
preparas los trigales. No hay duda de qué acequia se trata, pues dice el
salmista: El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios. Y el mismo Señor
dice en los evangelios: El que beba del agua que yo le daré, de sus entrañas
manarán torrentes de agua viva, que salta hasta la vida eterna. Y en otro
lugar: El que cree en mí, como dice la Escritura, de sus entrañas manarán
torrentes de agua viva. Decía esto refiriéndose al Espíritu que habían de
recibir los que creyeran en él. Así, pues, esta acequia está llena del agua de
Dios. Pues, efectivamente, nos hallamos inundados por los dones del Espíritu
Santo, y la corriente que rebosa del agua de Dios se derrama sobre nosotros
desde aquella fuente de vida. También encontramos ya preparado nuestro
alimento. ¿Y de qué alimento se trata? De aquel mediante el cual nos preparamos
para la unión con Dios, ya que, mediante la comunión eucarística de su santo
cuerpo, tendremos, más adelante, acceso a la unión con su cuerpo santo.
REFLEXIÓN
La abundancia de agua
bautismal se evidencia en la multitud de bautizados y confirmados. No cuando el
agua física bendecida y el aceite físico consagrado corren por la piel del
candidato o candidata, en el rito litúrgico, sino cuando el momento de Dios,
kayrós, inculca los símbolos en la persona y mueve la personalidad al
testimonio, amor, fraternidad y edificación de la comunidad. La intención vale
y se comprueba en el kayros, para lo cual es responsable ir acrecentando la motivación,
el deseo, el conocimiento y la fortaleza, como el soldado que es fiel a su
entrenamiento, porque de ello dependerá su actuación.
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