Martes, XXV semana
San Agustín Sermón sobre los pastores 46,18-19
Mis ovejas se desperdigaron y vagaron sin
rumbo por montes y altos cerros; mis ovejas se dispersaron por toda la tierra.
¿Qué quiere decir: Se dispersaron por toda la tierra? Son las ovejas que
apetecen las cosas terrenas y, porque aman y están prendadas de las cosas que
el mundo estima, se niegan a morir, para que su vida quede escondida en Cristo.
Por toda la tierra, porque se trata del amor de los bienes de la tierra, y de ovejas
que andan errantes por toda la superficie de la tierra. Se encuentran en
distintos sitios; pero la soberbia las engendró a todas como única madre, de la
misma manera que nuestra única madre, la Iglesia católica, concibió a todos los
fieles cristianos esparcidos por el mundo entero. No tiene, por tanto, nada de
sorprendente que la soberbia engendre división, del mismo modo que la caridad
engendra la unidad. Sin embargo, es la misma madre católica y el pastor que
mora en ella quienes buscan a los descarriados, fortalecen a los débiles, curan
a los enfermos y vendan a los heridos, por medio de diversos pastores, aunque
unos y otros no se conozcan entre sí. Pero ella sí que los conoce a todos,
puesto que con todos está identificada. Efectivamente, la Iglesia es como una
vid que crece y se difunde por doquier; mientras que las ovejas descarriadas
son como sarmientos inútiles, cortados a causa de su esterilidad por la hoz del
labrador, no para destruir la vid, sino para purificarla. Los sarmientos
aquellos, allí donde fueron podados, allí se quedan. La vid, en cambio, sigue
creciendo por todas partes, sin ignorar ni uno solo de los sarmientos que
permanecen en ella, de los que junto a ella quedaron podados. Por eso,
precisamente, sigue llamando a los alejados, ya que el Apóstol dice de las
ramas arrancadas: Dios tiene poder para injertarlos de nuevo.
REFLEXIÓN
La Iglesia católica, no la
de la historia, sino la del Espíritu, es unitiva, integradora, inclusivista,
incansable en la unificación hacia la unidad de Jesús de Nazareth, el Cristo. Y
gozará de está nota de autenticidad todo aquel, toda aquella que no descansa en
su esfuerzo de unir hacia el reino de Dios. Y aunque se llamen iglesias y aun
católicas, si no trabaja por unir, no es verdadera. No se puede evitar quienes
trabajan para sí, en contra de la unidad, pero la misericordia del Padre
siempre suscitará los otros y otras.
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