DESDE CUALQUIER PUNTO DE VISTA QUE LO MIRES LA VIDA ES SIEMPRE FANTÁSTICA
El Verbo,
que por nosotros quiso serlo todo, nuestro Señor Jesucristo, está cerca de
nosotros, ya que él prometió que estaría continuamente a nuestro lado. Dijo en
efecto: Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Y, del mismo modo que es a la vez pastor, sumo sacerdote, camino y puerta, ya
que por nosotros quiso serlo todo, así también se nos ha revelado como fiesta y
solemnidad, según aquellas palabras del Apóstol: Ha sido inmolada nuestra
víctima pascual: Cristo; puesto que su persona era la Pascua esperada.
REFLEXIÓN
La base de nuestra expectativa esperanzada por la
cercanía de Jesús, es su promesa de estar a nuestro lado hasta el fin del
mundo. Él que a su vez creyó en la promesa de los Padres de Israel, y en ellos
del propio Dios Padre, quien ha venido prometiendo durante toda la historia de
salvación.
Desde
esta perspectiva, cobran un nuevo sentido aquellas palabras del salmista: Tú
eres mi júbilo: me libras de los males que me rodean. En esto consiste el
verdadero júbilo pascual, la genuina celebración de la gran solemnidad, en
vernos libres de nuestros males; para llegar a ello, tenemos que esforzarnos en
reformar nuestra conducta y en meditar asiduamente, en la quietud del temor de
Dios.
REFLEXIÓN
El júbilo es gratuito, pero recaba un reconocimiento
y elIcita un comportamiento congruo, proporcionado. No andan igual quienes
esperan jubilosos que quienes viven sin esperanza. Por eso nuestro júbilo
entraña una condescendencia con el desesperado o la desesperada, para intentar
compartir nuestro júbilo pascual.
Así
también los santos, mientras vivían en este mundo, estaban siempre alegres,
como siempre estuvieran celebrando fiesta; uno de ellos, el bienaventurado
salmista, se levantaba de noche, no una sola vez, sino siete, para hacerse
propicio a Dios con sus plegarias. Otro, el insigne Moisés, expresaba en himnos
y cantos de alabanza su alegría por la victoria obtenida sobre el Faraón y los
demás que habían oprimido a los hebreos con duros trabajos. Otros, finalmente,
vivían entregados con alegría al culto divino, como el gran Samuel y el
bienaventurado Elías; ellos, gracias a sus piadosas costumbres, alcanzaron la
libertad, y ahora celebran en el cielo la fiesta eterna, se alegran de su
antigua peregrinación, realizada en medio de tinieblas, y contemplan ya la
verdad que antes sólo habían vislumbrado. Nosotros, que nos preparamos para la
gran solemnidad, ¿qué camino hemos de seguir? Y, al acercarnos a aquella
fiesta, ¿a quién hemos de tomar por guía? No a otro, amados hermanos, y en esto
estaremos de acuerdo vosotros y yo, no a otro, fuera de nuestro Señor
Jesucristo, el cual dice: Yo soy el camino. Él es, como dice san Juan, el que
quita el pecado del mundo; él es quien purifica nuestras almas, como dice en
cierto lugar el profeta Jeremías: Paraos en los caminos a mirar, preguntad:
«¿Cuál es el buen camino?»; seguidlo, y hallaréis reposo para vuestras almas.
En otro tiempo, la sangre de los machos cabríos y la ceniza de la ternera
esparcida sobre los impuros podía sólo santificar con miras a una pureza legal
externa; mas ahora, por la gracia del Verbo de Dios, obtenemos una limpieza
total; y así en seguida formaremos parte de su escolta y podremos ya desde
ahora como situados en el vestíbulo de la Jerusalén celestial, preludiar
aquella fiesta eterna; como los santos apóstoles, que siguieron al Salvador
como a su guía, y por esto eran, y continúan siendo hoy, los maestros de este
favor divino; ellos decían, en efecto: Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos
seguido. También nosotros nos esforzamos por seguir al Señor no sólo con
palabras, sino también con obras.
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