sábado, 13 de mayo de 2023

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


San Agustín Comentario a los salmos 148,1-2

Toda nuestra vida presente debe discurrir en la alabanza de Dios, porque en ella consistirá la alegría sempiterna de la vida futura; y nadie puede hacerse idóneo de la vida futura, si no se ejercita ahora en esta alabanza. Ahora, alabamos a Dios, pero también le rogamos. Nuestra alabanza incluye la alegría, la oración, el gemido. Es que se nos ha prometido algo que todavía no poseemos, y, porque es veraz el que lo ha prometido, nos alegramos por la esperanza; mas, porque todavía no lo poseemos, gemimos por el deseo. Es cosa buena perseverar en este deseo, hasta que llegue lo prometido; entonces cesará el gemido y subsistirá únicamente la alabanza.

REFLEXIÓN

Nuestra alabanza aún no puede ser completamente a-interesada, a-motivada, sobre aquello no resuelto, que requiere ayuda y cooperación de Dios. Seríamos insensatos frente la obra de Dios no completa, y nuestras aún débiles fortalezas. Aún es propio vanagloriarse de no poder, para que nos ayuden a poder. Esa regla paulina es aún vigente.

Por razón de estos dos tiempos –uno, el presente, que se desarrolla en medio de las pruebas y tribulaciones de esta vida, y el otro, el futuro, en el que gozaremos de la seguridad y alegría perpetuas–, se ha instituido la celebración de un doble tiempo, el de antes y el de después de Pascua. El que precede a la Pascua significa las tribulaciones que en esta vida pasamos; el que celebramos ahora, después de Pascua, significa la felicidad que luego poseeremos. Por tanto, antes de Pascua celebramos lo mismo que ahora vivimos; después de Pascua celebramos y significamos lo que aún no poseemos. Por esto, en aquel primer tiempo nos ejercitamos en ayunos y oraciones; en el segundo, el que ahora celebramos, descansamos de los ayunos y lo empleamos todo en la alabanza. Esto significa el Aleluya que cantamos.

REFLEXIÓN

Los tiempos litúrgicos son escenarios de realidades que contribuyen a vivificar en nosotros etapas y pasos de un proceso de liberación-salvación. Echamos mano de lo que conocemos para codificar en ellos simbólicamente dimensiones mistéricas. Así nuestra memoria se nutre, y aún nuestro sueño converge en un único rumbo.

En aquel que es nuestra cabeza, hallamos figurado y demostrado este doble tiempo. La pasión del Señor nos muestra la penuria de la vida presente, en la que tenemos que padecer la fatiga y la tribulación, y finalmente la muerte; en cambio, la resurrección y glorificación del Señor es una muestra de la vida que se nos dará.

REFLEXIÓN

Jesús de Nazareth glorificado es la insignia que encabeza la peregrinación a través de los tiempos: el antes y el después. Con Él en la avanzada no nos perdemos, ni desviamos, si mantenemos en Él nuestra mirada de fe.

Ahora, pues, hermanos, os exhortamos a la alabanza de Dios; y esta alabanza es la que nos expresamos mutuamente cuando decimos: Aleluya. «Alabad al Señor», nos decimos unos a otros; y así, todos hacen aquello a lo que se exhortan mutuamente. Pero procurad alabarlo con toda vuestra persona, esto es, no sólo vuestra lengua y vuestra voz deben alabar a Dios, sino también vuestro interior, vuestra vida, vuestras acciones. En efecto, lo alabamos ahora, cuando nos reunimos en la iglesia; y, cuando volvemos a casa, parece que cesamos de alabarlo. Pero, si no cesamos en nuestra buena conducta, alabaremos continuamente a Dios. Dejas de alabar a Dios cuando te apartas de la justicia y de lo que a él le place. Si nunca te desvías del buen camino, aunque calle tu lengua, habla tu conducta; y los oídos de Dios atienden a tu corazón. Pues, del mismo modo que nuestros oídos escuchan nuestra voz, así los oídos de Dios escuchan nuestros pensamientos.

REFLEXIÓN

La congruencia en  la alabanza, y no  la compartimentación y reducción. Vivimos en el borde del caos social porque la incredibilidad en las buenas palabras nos ha ganado para la desconfianza y la rebeldía.

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