miércoles, 27 de septiembre de 2023

DOCTORES DE LA IGLESIA

 



Miércoles, XXV semana
San Agustín Sermón sobre los pastores 46,20-21

Por eso, pastores, escuchad la palabra del Señor. ¿Pero qué es lo que tienen que escuchar? Esto dice el Señor: «Me voy a enfrentar con los pastores; les reclamaré mis ovejas». Oíd y aprended, ovejas de Dios: Dios reclama sus ovejas a los malos pastores y los culpa de su muerte. Pues, por boca del mismo profeta, dice en otra ocasión: A ti, hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel; cuando escuches palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte. Si yo digo al malvado: «¡Malvado, eres reo de muerte!», y tú no hablas poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre; pero, si tú pones en guardia al malvado para que cambie de conducta, si no cambia de conducta, él morirá por su culpa, pero tú has salvado la vida. ¿Qué significa esto, hermanos? ¿Os dais cuenta lo peligroso que puede resultar callarse? El malvado muere, y muere con razón; muere en su pecado y en su impiedad; pero lo ha matado la negligencia del mal pastor. Pues podría haber encontrado al pastor que vive y que dice: Por mi vida, oráculo del Señor; pero, como fue negligente el que recibió el encargo de amonestarlo y no lo hizo, él morirá con razón, y con razón se condenará el otro.

REFLEXIÓN

Tanto ovejas como pastores tienen asignadas sus propias responsabilidades ineludibles: el pastor debe dar voces para que no se descarríen las ovejas, y aún las descarriadas avisarles su extravío. Si calla el pastor, incumple su cometido y la muerte de la descarriada le será imputada. Las ovejas a su vez no pueden escudarse en la mala o negligente acción del pastor. Eso sí no deben seguir su ejemplo, pero más bien deben empeñarse en acudir a la voz por encima de los pastores que es La Palabra de Dios. Si no lo hace y se contamina de la mala acción del pastor, la oveja es responsable de su propio extravío. A nadie se le disculpa dejar de actuar según su propia misión. Ni siquiera sentirse objetivamente cómplice.

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