viernes, 15 de diciembre de 2023

DOCTORES DE LA IGLESIA

 

San Ireneo
Contra los herejes 5,19,1; 20,2; 21,1

El Señor vino y se manifestó en una verdadera condición humana que
lo sostenía, siendo a su vez ésta su humanidad sostenida por él, y,
mediante la obediencia del árbol de la cruz, llevó a cabo la expiación de
la desobediencia cometida en otro árbol, al mismo tiempo que liquidaba
las consecuencias de aquella seducción con la que había sido vilmente
engañada la virgen Eva, ya destinada a un hombre, gracias a la verdad
que el ángel evangelizó a la Virgen María, prometida también a un
hombre.
Pues de la misma manera que Eva, seducida por las palabras del
diablo, se apartó de Dios, desobedeciendo su mandato, así María fue
evangelizada por las palabras del ángel, para llevar a Dios en su seno,
gracias a la obediencia a su palabra. Y si aquélla se dejó seducir para
desobedecer a Dios, ésta se dejó persuadir a obedecerle con lo que la
Virgen María se convirtió en abogada de la virgen Eva.
Así, al recapitular todas las cosas, Cristo fue constituido cabeza,
pues declaró la guerra a nuestro enemigo, derrotó al que en un principio,
por medio de Adán, nos había hecho prisioneros, y quebrantó su
cabeza, como encontramos dicho por Dios a la serpiente en el Génesis:
Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya;
ella te herirá en la cabeza, cuando tú la hieras en el talón.
Con estas palabras, se proclama de antemano que aquel que había de
nacer de una doncella y ser semejante a Adan habría de quebrantar la
cabeza de la serpiente. Y esta descendencia es aquella misma de la que
habla el Apóstol en su carta a los Gálatas: La ley se añadió hasta que
llegara el descendiente beneficiario de la promesa.
Y lo expresa aún con más claridad en otro lugar de la misma carta,
cuando dice: Pero cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo,
nacido de una mujer. Pues el enemigo no hubiese sido derrotado con
justicia si su vencedor no hubiese sido un hombre nacido de mujer. Ya
que por una mujer el enemigo había dominado desde el principio al
hombre, poniéndose en contra de él.
Por esta razón el mismo Señor se confiesa Hijo del hombre, y
recapitula en sí mismo a aquel hombre primordial del que se hizo aquella
forma de mujer: para que así como nuestra raza descendió a la muerte
a causa de un hombre vencido, ascendamos del mismo modo a la vida
gracias a un hombre vencedor.

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