domingo, 7 de enero de 2024

DOCTORES DE LA IGLESI

 


6 de enero
San León Magno Sermón en la Epifanía del Señor 3,1-3.5

La misericordiosa providencia de Dios, que ya había decidido venir en los últimos tiempos en ayuda del mundo que perecía, determinó de antemano la salvación de todos los pueblos en Cristo. De estos pueblos se trataba en la descendencia innumerable que fue en otro tiempo prometida al santo patriarca, Abrahán, descendencia que no sería engendrada por una semilla de carne, sino por la fecundidad de la fe, descendencia comparada a la multitud de las estrellas, para que de este modo el padre de todas las naciones esperara una posteridad no terrestre, sino celeste. Así pues, que todos los pueblos vengan a incorporarse a la familia de los patriarcas, y que los hijos de la promesa reciban la bendición de la descendencia de Abrahán, a la cual renuncian los hijos según la carne. Que todas las naciones, en la persona de los tres Magos, adoren al Autor del universo, y que Dios sea conocido, no ya solo en Judea, sino también en el mundo entero, para que por doquier sea grande su nombre en Israel. Instruidos en estos misterios de la gracia divina, queridos míos, celebremos con gozo espiritual el día que es el de nuestras primicias y aquél en que comenzó la salvación de los paganos. Demos gracias al Dios misericordioso quien, según palabras del Apóstol, nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz; el nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido. Porque, como profetizó Isaías, el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban en tierra de sombras, y una luz les brilló.

REFLEXIÓN

Compartir la elección y la bendición con la universalidad de los pueblos, como un buen administrador, es la consigna de la Palabra de Dios, aunque hoy se haga énfasis en la dudosa plataforma de poder en la que se sustenta la ideología de la elección y se distribuye la salvación. El terreno está minada para todo tipo de pretensiones en favor o en contra de un elegido, de un Mesías, que muchos confesamos en Jesús de Nazareth. Por eso damos gracias por el peso favorable que aporta el don de la fe, para mantenernos en la enseñanza tradicional y resistir el veneno sofista de los discípulos de la serpiente del paraíso, envidiosa del don del salvación para la humanidad.

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