domingo, 23 de junio de 2024

SAN CARLO ACUTIS

BEATO CARLO

 BEATO CARLO


“Todos en el vecindario lo conocían. Cuando pasaba en su bicicleta se detenía a saludar a los porteros, muchos de ellos musulmanes o hindúes.(Ellos estuvieron presentes en su funeral) Les habló de sí mismo, de su fe y escucharon a este joven amable y afable, dulce y encantador. A la hora del almuerzo ponía la comida sobrante en recipientes de comida para llevar a las personas sin hogar de la zona”

contó Rajesh que fue hasta Asís para estar presente en la ceremonia de beatificación de Carlo.

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¿Quién puede subir al monte del Señor? / ¿Quién puede estar en el recinto sacro? / El hombre de manos inocentes / y puro corazón, / que no confía en los ídolos

La pneumatización de la carne acarreada por el Espíritu en la fe agónica, tiende a volver inocentes las manos humanas, puro su corazón, y desconfiado de la sacralización de otra carne. Caminar hacia la dignidad de la persona significa ascender al monte del Señor Dios y Padre de Jesucristo.

Son varios los genios de la espiritualidad que han usado la imagen de la ascensión dificultosa para ubicarse en la trascendencia.

Pero no se puede ascender a las regiones más puras, de plena libertad del Señor, sin irse liberando del peso de los ídolos. Un ejercicio sin fin hasta coronar el monte.

Los ídolos son muchos: sexo, dinero, fama, poder. Se puede estar inocente de ellos, y no haber enturbiado el corazón con anhelos? No parece tan sencillo si se vive y sobrevive en el mundo de hoy.

Lo escuchamos y anhelamos, pero no lo obtenemos completamente. Seguimos cayendo.

Desde toda región, desde todo estrato, desde toda edad, van surgiendo los que se decantan por tal programa.

Los ídolos están a nuestro alcance, podemos interactuar con ellos, pero no debemos confiar. Cualquier realidad que se erige en nuestro absoluto y nos subyuga es el ídolo propio. El proceso de conversión implica despegarse continua y ascensionalmente.

La pureza del corazón no consiste en no tener ídolos, sino en no confiar en ellos. 

La producción de ídolos no parará en toda nuestra existencia, porque nuestro caminar constantemente anhela un absoluto y a veces claudica, por el rigor del camino.

Cualquiera que cumple con este perfil es un santo de Dios.

Los ídolos pueden revolcarnos, pero no derrotarnos, si contamos con la justicia del Señor.

Éste es el grupo que busca al Señor, / que viene a tu presencia

Siempre estamos en algún grupo: familiar, laboral, social. No necesariamente a cargo, pero en y con ellos: hombres y mujeres y niños que nos donaste conocer y amar, y que en algunos casos nos hemos equivocado al excluir con nuestras acciones y palabras. 

Y así pedimos que nos mires con amor, más allá de nuestra falta de responsabilidad.

Entrar en el misterio del Señor requiere poner aparte el propio aferramiento incluso a lo más apreciado: el propio criterio. Éste se puede constituir en un ídolo.

En el baluarte de la conciencia, a la escucha de la Palabra, la actitud más pura es la desconfianza de los ídolos y la confianza en el Señor.

Se dice pronto, pero se conjuga en la vida diaria con dolor, porque se trata de un itinerario de desapegos de las realidades, ideas y criaturas candidatas a ser idolizadas.

Ni siquiera el magisterio puede ser idolizado y pendemos sólo de la Palabra que escruta.

Si esa Palabra escudriña desde nuestra conciencia recta, verá señales para su caminar.

Porque nos salvamos en racimo.

va a entrar el Rey de la gloria

La revelación bíblica ha ido mostrando en las antiguas tradiciones israelitas al verdadero e inigualable líder: el Señor, rey de la Gloria. 

En su momento las visiones de este rey cumplían con el perfil de un guerrero imbatible. 

Eran sus necesidades de supervivencia: hacer la guerra y vencer los enemigos.

En tiempos de Jesús el perfil es de paz y no de guerra. No de paz romana, sino de justicia amorosa al pobre y al pecador. 

Una nueva dimensión de Reino y de reinar.

Los ritos y el tiempo. Los ritos proveen un significado al tiempo. Lo segmentan y aportan un sentido de etapa, que se presta para profundizar una verdad, misterio, realidad trascendente.

Como un niño frágil entra el rey de la gloria.

 -¿Quién es ese Rey de la gloria?

Jesús resignificó el combate, la lucha, la guerra. Nada de armas, ni destrucción, ni derramamiento de sangre. Solo paz y amor. 

Una gloria pacífica, pero no la paz de las drogas y la inconsciencia, ni la lujuria compartida haciéndose pasar por amor, como la distorsión de los movimientos alternativos a la cultura dominante de todas las épocas.

Los movimientos culturales arrancan con una chispa divina, pero en el camino un sub angelo lucis se cuela para degenerarlos.

Por eso en María y Jesús aprendemos un combate diferente, con armas de persuasión y vigilancia de fe.

El Señor, Dios de los ejércitos. / Él es el Rey de la gloria

Todo el sentido de aplastante victoria del Señor al estilo de un ejército victorioso se hará obsoleto y quedará sin vigencia ante la buena nueva del Reino que proclamará Jesús.

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