lunes, 28 de octubre de 2024

SAN CARLO DE JESUS ACUTIS DE ASIS



Del comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre el evangelio de
san Juan
(Libro 12, cap. 1: PG 74, 707-710)
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo

Nuestro Señor Jesucristo instituyó a aquellos que habían de ser guías
y maestros de todo el mundo y administradores de sus divinos misterios, y
les mandó que fueran como astros que iluminaran con su luz no sólo el
país de los judíos, sino también a todos los países que hay bajo el sol, a
todos los hombres que habitan la tierra entera. Es verdad lo que afirma la
Escritura: Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama. Fue, en
efecto, nuestro Señor Jesucristo el que llamó a sus discípulos a la gloria
del apostolado, con preferencia a todos los demás.
Aquellos bienaventurados discípulos fueron columnas y fundamento
de la verdad; de ellos afirma el Señor que los envía como el Padre lo ha
enviado a él, con las cuales palabras, al mismo tiempo que muestra la
dignidad del apostolado y la gloria incomparable de la potestad que les ha
sido conferida, insinúa también, según parece, cuál ha de ser su estilo de
obrar.
En efecto, si el Señor tenía la convicción de que había de enviar a sus
discípulos como el Padre lo había enviado a él, era necesario que ellos, que
habían de ser imitadores de uno y otro, supieran con qué finalidad el
Padre había enviado al Hijo. Por esto, Cristo, exponiendo en diversas ocasiones las características de su propia misión, decía: No he venido a
llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan. Y también: He
bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me
ha enviado. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él.
De este modo, resume en pocas palabras la regla de conducta de los
apóstoles, ya que, al afirmar que los envía como el Padre lo ha enviado a
él, les da a entender que su misión consiste en invitar a los pecadores a
que se arrepientan y curar a los enfermos de cuerpo y de alma, y que en el
ejercicio de su ministerio no han de buscar su voluntad sino la de aquel
que los ha enviado, y que han de salvar al mundo con la doctrina que de él
han recibido. Leyendo los Hechos de los apóstoles o los escritos de san
Pablo nos damos cuenta fácilmente del empeño que pusieron los apóstoles
en obrar según estas consignas recibidas.


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