viernes, 27 de septiembre de 2024

SAN VICENTE DE PAUL




De los escritos de san Vicente de Paúl, presbítero

(Carta 2.546: Correspondance, entretiens, documents, París 1922-1925, 7)

El servicio a los pobres ha de ser preferido a todo

Nosotros no debemos estimar a los pobres por su apariencia externa o

su modo de vestir, ni tampoco por sus cualidades personales, ya que, con

frecuencia, son rudos e incultos. Por el contrario, si consideráis a los

pobres a la luz de la fe, os daréis cuenta de que representan el papel del

Hijo de Dios, ya que él quiso también ser pobre. Y así, aun cuando en su

pasión perdió casi la apariencia humana, haciéndose necio para los

gentiles y escándalo para los judíos, sin embargo, se presentó a éstos como

evangelizador de los pobres: Me ha enviado para anunciar el Evangelio a

los pobres. También nosotros debemos estar imbuidos de estos

sentimientos e imitar lo que Cristo hizo, cuidando de los pobres,

consolándolos ayudándolos y apoyándolos.

Cristo, en efecto, quiso nacer pobre, llamó junto a sí a unos discípulos

pobres, se hizo él mismo servidor de los pobres, y de tal modo se identificó

con ellos, que dijo que consideraría como hecho a él mismo todo el bien o

el mal que se hiciera a los pobres. Porque Dios ama a los pobres y, por lo

mismo, ama también a los que aman a los pobres, ya que, cuando alguien

tiene un afecto especial a una persona, extiende este afecto a los que dan a

aquella persona muestras de amistad o de servicio. Por esto, nosotros

tenemos la esperanza de que Dios nos ame, en atención a los pobres. Por

esto, al visitarlos, esforcémonos en cuidar del pobre y desvalido,

compartiendo sus sentimientos, de manera que podamos decir como el

Apóstol: Me he hecho todo a todos. Por lo cual, todo nuestro esfuerzo ha

de tender a que, conmovidos por las inquietudes y miserias del prójimo,roguemos a Dios que infunda en nosotros sentimientos de misericordia y compasión, de manera que nuestros corazones estén siempre llenos de

estos sentimientos.

El servicio a los pobres ha de ser preferido a todo, y hay que prestarlo

sin demora. Por esto, si en el momento de la oración hay que llevar a algún

pobre un medicamento o un auxilio cualquiera, id a él con el ánimo bien

tranquilo y haced lo que convenga, ofreciéndolo a Dios como una

prolongación de la oración. Y no tengáis ningún escrúpulo ni

remordimiento de conciencia si, por prestar algún servicio a los pobres,

habéis dejado la oración; salir de la presencia de Dios por alguna de las

causas enumeradas no es ningún desprecio a Dios, ya que es por él por

quien lo hacemos.

Así pues, si dejáis la oración para acudir con presteza en ayuda de

algún pobre, recordad que aquel servicio lo prestáis al mismo Dios. La

caridad, en efecto, es la máxima norma, a la que todo debe tender: ella es

una ilustre señora, y hay que cumplir lo que ordena. Renovemos, pues,

nuestro espíritu de servicio a los pobres, principalmente para con los

abandonados y desamparados, ya que ellos nos han sido dados para que

los sirvamos como a señores.

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