DEL COMENTARIO DE SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, OBISPO, SOBRE EL EVANGELIO DE
SAN JUAN
(LIBRO 12, CAP. 1: PG 74, 707-710)
COMO EL PADRE ME HA ENVIADO, ASÍ TAMBIÉN OS ENVÍO YO
Nuestro Señor Jesucristo instituyó a aquellos que habían de ser guías
y maestros de todo el mundo y administradores de sus divinos misterios, yles mandó que fueran como astros que iluminaran con su luz no sólo elpaís de los judíos, sino también a todos los países que hay bajo el sol, atodos los hombres que habitan la tierra entera. Es verdad lo que afirma laEscritura: Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama. Fue, en
efecto, nuestro Señor Jesucristo el que llamó a sus discípulos a la gloria
del apostolado, con preferencia a todos los demás.
Aquellos bienaventurados discípulos fueron columnas y fundamentode la verdad; de ellos afirma el Señor que los envía como el Padre lo haenviado a él, con las cuales palabras, al mismo tiempo que muestra ladignidad del apostolado y la gloria incomparable de la potestad que les hasido conferida, insinúa también, según parece, cuál ha de ser su estilo de
obrar.
En efecto, si el Señor tenía la convicción de que había de enviar a susdiscípulos como el Padre lo había enviado a él, era necesario que ellos, quehabían de ser imitadores de uno y otro, supieran con qué finalidad elPadre había enviado al Hijo. Por esto, Cristo, exponiendo en diversas ocasiones las características de su propia misión, decía: No he venido a
llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan. Y también: He
bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me
ha enviado. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él.De este modo, resume en pocas palabras la regla de conducta de losapóstoles, ya que, al afirmar que los envía como el Padre lo ha enviado aél, les da a entender que su misión consiste en invitar a los pecadores a
que se arrepientan y curar a los enfermos de cuerpo y de alma, y que en el
ejercicio de su ministerio no han de buscar su voluntad sino la de aquel
que los ha enviado, y que han de salvar al mundo con la doctrina que de él
han recibido. Leyendo los Hechos de los apóstoles o los escritos de san
Pablo nos damos cuenta fácilmente del empeño que pusieron los apóstolesen obrar según estas consignas recibidas.
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