miércoles, 27 de julio de 2022

PALABRA COMENTADA

 

Miércoles 17 de tiempo ordinario

Jeremías 15, 10. 16-21



REFLEXIÓN

Te me has vuelto arroyo engañoso, de aguas inconstantes.

Se anuncia la nueva libertad para el creyente que todo lo espera del Señor: una amistad en la que caben los reproches y la amargura contra Dios.

Nos enfrentamos con el misterio de la persona, en este caso el Misterio absoluto y totalmente Otro, que nos rebasa y no comprendemos casi nada.

Pero no obstante amamos ese Misterio y Persona y nos abrimos a su abismo de novedad y sorpresa, manteniendo la confianza como el el peso que nos ancla.

Que ellos se conviertan a ti, no te conviertas tú a ellos. Frente a este pueblo te pondré como muralla de bronce inexpugnable; lucharán contra ti y no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte y salvarte -oráculo del Señor-. Te libraré de manos de los perversos, te rescataré del puño de los opresores."

La misión que sirve a los intereses del Señor mantiene al enviado de pie, no por su fuerza sino por la gracia del que envía.

En nuestro tiempo no es de buen gusto atribuirnos tan poco protagonismo en la definición del rumbo de las cosas.

Es el tiempo del superhombre nietzcheano, no del débil cristiano, que como Pablo de Tarso se considera fuerte por su debilidad.

Es el nuevo dogma que se respira y la nueva escala de valores con la que se decide.

Por eso la cruz sigue siendo la oportunidad de descubrir un horizonte alternativo y rasgar el Misterio del absoluto.

Salmo responsorial: 58



REFLEXIÓN

Estoy velando contigo, fuerza mía,

Los momentos de prueba son como la vela de armas, en las novelas de caballería de la Edad Media.

Ese rito fue ridiculizado y relativizado por don Quijote: un iluso desfasado de su tiempo, que aún velaba armas creyendo estar llamado a rescatar a su dama.

Los creyentes y seguidores de Jesús de Nazareth igualmente velan y oran para que la siembra no termine con más mala hierba que grano, y cada momento de vela es apocalíptico porque descubre las estrategias del anti-reino.

Vivir la fe a conciencia es participar en ese combate final contra las tinieblas.

Mateo 13, 44-46



REFLEXIÓN

"El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra."

Se requiere en la construcción del reino una actitud semejante a la del emprendedor: audacia para asumir riesgos.

Eso somos los creyentes y más vale serlo con lucidez: personas que apostamos por un valor y decidimos correr el riesgo. Nos estamos jugando la vida definitiva.

El Reino es comparado con un encuentro inesperado de una realidad muy valiosa por la que vale la pena invertir fuertemente.

Es como una oportunidad propicia para beneficiarse notablemente. Es un encuentro que difícilmente se puede despreciar.

Un encuentro así implica para quien lo experimenta saber que se trata de una realidad que vale la pena el riesgo y el esfuerzo.

Por lo tanto implica una capacidad de apreciar el valor de la realidad que encuentra.Implica un cierto conocimiento del valor y su aprecio de esa realidad.

Es un encuentro que impulsa a cualquier sacrificio con tal de obtener ese valor apreciado.

El Reino se parece al encuentro de un bien altamente significativo y que vale la pena y que merece se le entreguen todas las energías para conseguirlo.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1552254257331847168?s=20&t=tLZ3jQzHtgylActjdJsjuw

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


Miércoles, XVII semana

San Cirilo de Jerusalén Catequesis 18,23-25

La Iglesia se llama católica o universal porque está esparcida por todo el orbe de la tierra, del uno al otro confín, y porque de un modo universal y sin defecto enseña todas las verdades de fe que los hombres deben conocer, ya se trate de las cosas visibles o invisibles, de las celestiales o las terrenas; también porque induce al verdadero culto a toda clase de hombres, a los gobernantes y a los simples ciudadanos, a los instruidos y a los ignorantes; y, finalmente, porque cura y sana toda clase de pecados sin excepción, tanto los internos como los externos; ella posee todo género de virtudes, cualquiera que sea su nombre, en hechos y palabras y en cualquier clase de dones espirituales. Con toda propiedad se la llama Iglesia o convocación, ya que convoca y reúne a todos, como dice el Señor en el libro del Levítico: Convoca a toda la asamblea a la entrada de la tienda del encuentro. Y es de notar que la primera vez que la Escritura usa esta palabra «convoca» es precisamente en este lugar, cuando el Señor constituye a Aarón como sumo sacerdote. Y en el Deuteronomio Dios dice a Moisés: Reúneme al pueblo, y les haré oir mis palabras, para que aprendan a temerme. También vuelve a mencionar el nombre de Iglesia cuando dice, refiriéndose a las tablas de la ley: Y en ellas estaban escritas todas las palabras que el Señor os había dicho en la montaña, desde el fuego, el día de la iglesia o convocación; es como si dijera más claramente: «El día en que, llamados por el Señor, os congregasteis».

REFLEXIÓN

Una visión de Iglesia de la cual sentirse orgullosos y orgullosas, mirada por su potencial salvífico, por su alcance universal, por su penetración de los misterios que pertenecen al Misterio Absoluto, por su servicio a todos y todas. Cuándo, dónde y cómo vino ese sentimiento contrario a la glorificación de la Iglesia, a su misión, a sus ministros, a sus miembros? Qué factores desencadenaron ese amor lastimero, que no puede despegarse del lamento por las faltas, los errores, las incapacidades? Cómo así vino a enfermarse en miembros de la dirigencia, que debían dar ejemplo, pero dieron escándalo, y dañaron seriamente vidas de personas vulnerables? Una desolación de tal tamaño tiene que ser meditada profundamente y por mucho tiempo, a la vez que requiere ir reparando humildemente el perjuicio a la viña del Señor? Sin atenuantes, sin excusas, con entereza.