San Agustín Sermón sobre los pastores
46,9
Después de haber hablado el Señor de lo
que estos pastores aman, habla de lo que desprecian. Son muchos los defectos de
las ovejas, y las ovejas sanas y gordas son muy pocas, es decir, las que se
hallan robustecidas con el alimento de la verdad, alimentándose de buenos
pastos por gracia de Dios. Pues bien, aquellos malos pastores no las
apacientan. No les basta con no curar a las débiles y enfermas, con no cuidarse
de las errantes y perdidas. También hacen todo lo posible por acabar con las
vigorosas y cebadas. A pesar de lo cual, siguen viviendo. Siguen viviendo por
pura misericordia de Dios. Pero, por lo que toca a los malos pastores, no hacen
sino matar. «¿Y cómo matan?», me preguntarás. Matan viviendo mal, dando mal
ejemplo. Pues no en vano se le dice a aquel siervo de Dios, que destaca entre
los miembros del supremo Pastor: Preséntate en todo como un modelo de buena
conducta, y también: Sé un modelo para los fieles. Porque, la mayor parte de
las veces, aun la oveja sana, cuando advierte que su pastor vive mal, aparta
sus ojos de los mandatos de Dios y se fija en el hombre, y comienza a decirse
en el interior de su corazón: «Si quien está puesto para dirigirme vive así,
¿quién soy yo para no obrar como él obra?» Así el mal pastor mata a la oveja
sana. Y, si mató a la que estaba fuerte, ¿qué va a ser lo que haga con las
otras, si con el ejemplo de su vida acaba de matar a la que él no había
fortalecido, sino que la había encontrado ya fuerte y robusta? Os aseguro,
hermanos queridos, que, aunque las ovejas sigan viviendo, y estén firmes en la
palabra del Señor, y se atengan a lo que escucharon de sus labios: Haced lo que
os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen; sin embargo, quien vive de mala
manera a los ojos del pueblo, por lo que a él se refiere, está matando a los
que lo ven.
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