29 de diciembre
San Bernardo
Sermón en la Epifanía del Señor 1,1-2
Ha aparecido
la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor al hombre. Gracias sean dadas a
Dios, que ha hecho abundar en nosotros el consuelo en medio de esta peregrinación,
de este destierro, de esta miseria. Antes de que apareciese la humanidad de
nuestro Salvador, su bondad se hallaba también oculta, aunque ésta ya existía,
pues la misericordia del Señor es eterna. ¿Pero cómo, a pesar de ser tan
inmensa, iba a poder ser reconocida? Estaba prometida, pero no se la alcanzaba
a ver; por lo que muchos no creían en ella. Efectivamente, en distintas
ocasiones y de muchas maneras habló Dios por lo profetas. Y decía: Yo tengo
designios de paz y no de aflicción.
REFLEXIÓN
Qué añade a la eterna misericordia de Dios sobre todos, la carne de Jesús? La carne endiosada de Jesús es un acto de amor, es misericordia abierta y derramada en la cruz, eterna y para todos en la gloria de la Resurrección. La firma del Padre, con la sangre del Hijo, entregada por la fuerza del Espíritu, para todos generacionalmente, para siempre, en y más allá del tiempo.
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