Lunes, VIII semana
San Gregorio Magno Tratados morales
sobre Job 3,15-16
El apóstol Pablo, considerando en sí mismo las
riquezas de la sabiduría interior y viendo al mismo tiempo que en lo exterior
no es más que un cuerpo corruptible, dice: Este tesoro lo llevamos en vasijas
de barro. En el bienaventurado Job, la vasija de barro experimenta
exteriormente las desgarraduras de sus úlceras, pero el tesoro interior
permanece intacto. En lo exterior crujen sus heridas, pero del tesoro de
sabiduría que nace sin cesar en su interior emanan estas palabras llenas de
santas enseñanzas: Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los
males? Entendiendo por bienes los dones de Dios, tanto temporales como eternos,
y por males las calamidades presentes acerca de las cuales dice el Señor por
boca del profeta: Yo soy el Señor, y no hay otro; artífice de la luz, creador
de las tinieblas, autor de la paz, creador de la desgracia. Artífice de la luz,
creador de las tinieblas, porque, cuando por las calamidades exteriores son
creadas las tinieblas del sufrimiento, en lo interior se enciende la luz del
conocimiento espiritual. Autor de la paz, creador de la desgracia, porque
precisamente entonces se nos devuelve la paz con Dios, cuando las cosas
creadas, que son buenas en sí, pero que no siempre son rectamente deseadas, se
nos convierten en calamidades y causa de desgracia.
REFLEXIÓN
Digamos que es una forma
de consolarse, pensar así, pero no deja de ser una especulación de buena fe,
para aplacar nuestro derrotismo y depresión, por la frustración que nos
acarrean las cosas que nos salen mal. No parece conveniente endilgar a Dios los
efectos de un purgante que nos libera de las toxinas, pero sabe mal.
Las cosas salen mal, y a
veces se acumulan dolorosa y trágicamente. Dios no las instituye ni promueve.
Hay cantidad de efectos secundarios en las redes de vida en las que estamos
enlazados, y no es raro afectarse por algo que sale mal en base a la decisión
propio o de otros, aun sin mala voluntad.
Eso sí, Job nos enseña a
leer humildemente desde la providencia de Dios, para acatar el misterio de su
libertad y la nuestra. Pero con dignidad de hijos, no como esclavos o
irracionales. Lo que no deviene mal puede ser el bien de otros, que lo deseaban
con justicia retardada.
No sabemos cómo y a quién
favorece que yo me duela hoy, como voluntad de hacer crecer hacia él, de parte
del Señor.
Por el pecado perdemos la unión con
Dios; es justo, por tanto, que volvamos a la paz con él a través de las
calamidades; de este modo, cuando cualquier cosa creada, buena en sí misma, se
nos convierte en causa de sufrimiento, ello nos sirve de corrección, para que
volvamos humildemente al autor de la paz.
REFLEXIÓN
Mas bien, el deseo
indeclinable de estar bien, nos urge a partir de la desgracia hacia Él, único
bueno, para reconciliarnos con su bondad, más allá de cualquier distorsión en
nuestra comunicación.
Pero, en estas palabras de Job, con las
que responde a las imprecaciones de su esposa, debemos considerar
principalmente lo llenas que están de buen sentido. Dice, en efecto: Si
aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males? Es un gran
consuelo en medio de la tribulación acordarnos, cuando llega la adversidad, de
los dones recibidos de nuestro Creador. Si acude en seguida a nuestra mente el
recuerdo reconfortante de los dones divinos, no nos dejaremos doblegar por el
dolor. Por esto, dice la Escritura: En el día dichoso no te olvides de la
desgracia, en el día desgraciado no te olvides de la dicha. En efecto, aquel
que en el tiempo de los favores se olvida del temor de la calamidad cae en la
arrogancia por su actual satisfacción. Y el que en el tiempo de la calamidad no
se consuela con el recuerdo de los favores recibidos es llevado a la más
completa desesperación por su estado mental. Hay que juntar, pues, lo uno y lo
otro, para que se apoyen mutuamente; así, el recuerdo de los favores templará
el sufrimiento de la calamidad, y la previsión y temor de la calamidad moderará
la alegría de los favores. Por esto, aquel santo varón, en medio de los
sufrimientos causados por sus calamidades, calmaba su mente angustiada por
tantas heridas con el recuerdo de los favores pasados, diciendo: Si aceptamos
de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?
REFLEXIÓN
Esta postura y actitud
espiritual desanima la depresión que nos inunda en malos momentos, hasta la
memoria agradecida de los bienes recibidos. Ellos son los garantes y testigos
innumerables en su número, que testimonian que hemos sido amados y bendecidos,
y lo seguimos siendo, no obstante la oscuridad presente
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