Jueves, VIII semana
San Gregorio Magno Tratados morales
sobre Job 10,7-8.10
La ley de Dios, de que se habla en este lugar,
debe entenderse que es la caridad, por la cual podemos siempre leer en nuestro
interior cuales son los preceptos de vida que hemos de practicar. Acerca de
esta ley, dice aquel que es la misma Verdad: Éste es mi mandamiento: que os
améis unos a otros. Acerca de ella dice san Pablo: Amar es cumplir la ley
entera. Y también: Arrimad todos el hombro a las cargas de los otros, que con
eso cumpliréis la ley de Cristo. Lo que mejor define la ley de Cristo es la
caridad, y esta caridad la practicamos de verdad cuando toleramos por amor las
cargas de los hermanos. Pero esta ley abarca muchos aspectos, porque la caridad
celosa y solícita incluye los actos de todas las virtudes. Lo que empieza por
sólo dos preceptos se extiende a innumerables facetas. Esta multiplicidad de
aspectos de la ley es enumerada adecuadamente por Pablo, cuando dice: El amor
es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es ambicioso
ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la
injusticia, sino que goza con la verdad. El amor es paciente, porque tolera con
ecuanimidad los males que se le infligen. Es afable porque devuelve
generosamente bien por mal. No tiene envidia, porque, al no desear nada de este
mundo, ignora lo que es la envidia por los éxitos terrenos. No presume, porque
desea ansiosamente el premio de la retribución espiritual, y por esto no se vanagloria
de los bienes exteriores. No se engríe, porque tiene por único objetivo el amor
de Dios y del prójimo, y por esto ignora todo lo que se aparta del recto
camino. No es ambicioso, porque, dedicado con ardor a su provecho interior, no
siente deseo alguno de las cosas ajenas y exteriores. No es egoísta, porque
considera como ajenas todas las cosas que posee aquí de modo transitorio, ya
que sólo reconoce como propio aquello que ha de perdurar junto con él. No se
irrita, porque, aunque sufra injurias, no se incita a sí mismo a la venganza,
pues espera un premio muy superior a sus sufrimientos. No lleva cuentas del
mal, porque, afincada su mente en el amor de la pureza, arrancando de raíz toda
clase de odio, su alma está libre de toda maquinación malsana. No se alegra de
la injusticia, porque, anheloso únicamente del amor para con todos, no se
alegra ni de la perdición de sus mismos contrarios. Goza con la verdad, porque,
amando a los demás como a sí mismo, al observar en los otros la rectitud, se
alegra como si se tratara de su propio provecho. Vemos, pues, como esta ley de
Dios abarca muchos aspectos.
REFLEXIÓN
La caridad multiforme en su virtuosa aparición y ejecución, logra la superación de los contrarios a esa virtuosidad, no por censura y represión, sino por algo positivo como es amar más que su contrario, como son la impaciencia, la envidia, la presunción, el engreímiento, la ambición, el egoísmo, la irritación, la malevolencia, el resentimiento, la injusticia, la mentira y otras. Porque si fuera un asunto de reprimir, para que no aparezcan, los cristianos serían los seres más sicopatológicos por la represión a la que se someten. Y amar más que lo contrario es lo que salva, aún como salud mental
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