miércoles, 30 de junio de 2021

DOCTORES DE LA IGLESIA

 

Miércoles, XIII semana

Santa Teresa de Jesús Camino de perfección 51



¿Quién hay  –por desastrado que sea– que cuando pide a una persona de prestigio no lleva pensado cómo lo ha de para contentarle y no serle desabrido, y qué le ha de pedir, y para qué ha menester lo que le ha de dar, en especial si pide cosa señalada, como nos enseña que pidamos nuestro buen Jesús? Cosa me parece para notar mucho. ¿No hubiérais podido, Señor mío, concluir con una palabra y decir: «Dadnos, Padre, lo que nos conviene»? Pues, a quien tan bien entiende todo, no parece era menester más. ¡Oh sabiduría de los ángeles! Para vos y vuestro Padre esto bastaba (que así le pedisteis en el huerto: mostrasteis vuestra voluntad y temor, más dejástelo en la suya): mas nos conocéis a nosotros, Señor mío, que no estamos tan rendidos como lo estabais vos a la voluntad de vuestro Padre, y que era menester pedir cosas señaladas para que nos detuviésemos un poco en mirar siquiera si nos está bien lo que pedimos, y si no, que no lo pidamos. Porque, según somos, si no nos dan lo que queremos –con este libre albedrío que tenemos–, no admitiremos lo que el Señor nos diere, porque, aunque sea lo mejor, como no veamos luego el dinero en la mano, nunca nos pensamos ver ricos. Pues dice el buen Jesús: Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino. Ahora mirad qué sabiduría tan grande de nuestro Maestro. Considero yo aquí, y es bien que entendamos, qué pedimos en este reino. Mas como vio su majestad que no podíamos santificar, ni alabar, ni engrandecer, ni glorificar, ni ensalzar este nombre santo del Padre eterno –conforme a lo poquito que podemos nosotros–, de manera que se hiciese como es razón, si no nos proveía su majestad con darnos acá su reino, y así lo puso el buen Jesús lo uno junto a lo otro.

REFLEXIÓN

Pedir desde la experiencia de reino que vayamos haciendo perfora nuestra oración con Espíritu Santo y la eleva a la presencia del Padre celestial. Porque nuestra experiencia de reino se nos da en las bienaventuranzas vividas y compartidas. Y sólo esa vida de pobreza, pacificación, dar y recibir misericordia, afrontar la odiosidad de los injustos y demás dicta el modo y el cuánto de la oración con el Espíritu de Jesús.

 

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