miércoles, 10 de noviembre de 2021

BEATO CARLO

EN LA ÉPOCA EN QUE SU DESARROLLO HUMANO SE ABRÍA AL GOZO DE LOS SENTIDOS SUPO CONVIVIR CON EL GOZO DEL ESPÍRITU

 De la homilía de un autor del siglo segundo
(Caps. 10, 1-12,1; 13, 1: Funk 1, 157-159)

PERSEVEREMOS EN LA ESPERANZA

Hermanos míos, hagamos la voluntad del Padre que nos ha llamado y esforcémonos
por vivir ejercitando la virtud con el mayor celo; huyamos del vicio, como del primero de
nuestros males, y rechacemos la impiedad, a fin de que el mal no nos alcance. Porque, si
nos esforzamos en obrar el bien, lograremos la paz. La razón por la que algunos hombres
no alcanzan la paz es porque se dejan llevar por temores humanos y posponen las
promesas futuras a los gozos presentes. Obran así porque ignoran cuán grandes
tormentos están reservados a quienes se entregan a los placeres de este mundo y cuán
grande es la felicidad que nos está preparada en la vida eterna. Y, si ellos fueran los

únicos que hicieran esto, sería aún tolerable; pero el caso es que no cesan de pervertir a
las almas inocentes con sus doctrinas depravadas, sin darse cuenta que de esta forma
incurren en una doble condenación: la suya propia y la de quienes los escuchan.
Nosotros, por tanto, sirvamos a Dios con un corazón puro, y así seremos justos;
porque, si no servimos a Dios y desconfiamos de sus promesas, entonces seremos
desgraciados. Se dice, en efecto, en los profetas: Desdichados los de ánimo doble, los que
dudan en su corazón, los que dicen: "Todo esto hace tiempo que lo hemos oído, ya fue
dicho en tiempo de nuestros padres; hemos esperado, día tras día, y nada de ello se ha
realizado." ¡Oh insensatos! Comparaos con un árbol; tomad, por ejemplo, una vid: primero
se le cae la hoja, luego salen los brotes, después puede contemplarse la uva verde,
finalmente aparece la uva ya madura. Así también mi pueblo: primero sufre inquietudes y
tribulaciones, pero luego alcanzará la felicidad.
Por tanto, hermanos míos, no seamos de ánima doble, antes bien perseveremos en la
esperanza, a fin de recibir nuestro galardón, porque es fiel aquel que ha prometido dar a
cada uno según sus obras. Si practicamos, pues, la justicia ante Dios, entraremos en el
reino de los cielos y recibiremos aquellas promesas que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el
hombre puede pensar.
Estemos, pues, en todo momento en expectación del reino de Dios, viviendo en la
caridad y en la justicia, pues desconocemos el día de la venida del Señor. Por tanto,
hermanos, hagamos penitencia y obremos el bien, pues vivimos rodeados de insensatez y
de maldad. Purifiquémonos de nuestros antiguos pecados y busquemos nuestra salvación
arrepintiéndonos de nuestras faltas en lo más profundo de nuestro ser. No adulemos a los
hombres ni busquemos agradar solamente a los nuestros; procuremos, por el contrario,
edificar con nuestra vida a los que no son cristianos, evitando así que el nombre de Dios
sea blasfemado por nuestra causa

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