San Bernardo Sermón sobre el Cantar de los Cantares 61,3-5
¿Dónde podrá hallar nuestra debilidad un
descanso seguro y tranquilo, sino en las llagas del Salvador? En ellas habito
con seguridad, sabiendo que él puede salvarme. Grita el mundo, me oprime el
cuerpo, el diablo me pone asechanzas, pero yo no caigo, porque estoy cimentado
sobre piedra firme. Si cometo un gran pecado, me remorderá mi conciencia, pero
no perderé la paz, porque me acordaré de las llagas del Señor. Él, en efecto,
fue traspasado por nuestras rebeliones. ¿Qué hay tan mortífero que no haya sido
destruido por la muerte de Cristo? Por esto, si me acuerdo que tengo a mano un
remedio tan poderoso y eficaz, ya no me atemoriza ninguna dolencia, por maligna
que sea. Por esto, no tenía razón aquel que dijo: Mi culpa es demasiado grande
para soportarla. Es que él no podía atribuirse ni llamar suyos los méritos de
Cristo, porque no era miembro del cuerpo cuya cabeza es el Señor. Pero yo tomo
de las entrañas del Señor lo que me falta, pues sus entrañas rebosan
misericordia. Agujerearon sus manos y pies y atravesaron su costado con una
lanza; y, a través de estas hendiduras, puedo libar miel silvestre y aceite de
rocas de pedernal, es decir, puedo gustar y ver qué bueno es el Señor. Sus
designios eran designios de paz, y yo lo ignoraba. Porque, ¿quién conoció la
mente del Señor?, ¿quién fue su consejero? Pero el clavo penetrante se ha
convertido para mí en una llave que me ha abierto el conocimiento de la
voluntad del Señor. ¿Por qué no he de mirar a través de esta hendidura? Tanto
el clavo como la llaga proclaman que en verdad está en Cristo reconciliando al
mundo consigo. Un hierro atravesó su alma, hasta cerca del corazón, de modo que
ya no es incapaz de compadecerse de mis debilidades. Las heridas que su cuerpo
recibió nos dejan ver los secretos de su corazón; nos dejan ver el gran
misterio de piedad, nos dejan ver la entrañable misericordia de nuestro Dios,
por la que nos ha visitado el sol que nace de lo alto. ¿Qué dificultad hay en
admitir que tus llagas nos dejan ver tus entrañas? No podría hallarse otro medio
más claro que estas tus llagas para comprender que tú, Señor, eres bueno y
clemente, y rico en misericordia. Nadie tiene una misericordia más grande que
el que da su vida por los sentenciados a muerte y a la condenación. Luego mi
único mérito es la misericordia del Señor. No seré pobre en méritos, mientras
él no lo sea en misericordia. Y, porque la misericordia del Señor es mucha,
muchos son también mis méritos. Y, aunque tengo conciencia de mis muchos
pecados, si creció el pecado, más desbordante fue la gracia. Y, si la
misericordia del Señor dura siempre, yo también cantaré eternamente las
misericordias del Señor. ¿Cantaré acaso mi propia justicia? Señor, narraré tu
justicia, tuya entera. Sin embargo, ella es también mía, pues tú has sido
constituido mi justicia de parte de Dios.
REFLEXIÓN
Podríamos tomar más en serio el crucifijo, no la cruz sola y desnuda. No el martirio, la persecución, la acechanza. En el crucifijo, fijado en la cruz, encontramos al hombre inocente y generoso, que superó su propio miedo y aceptó entregarse a la justicia humana, pero sobre todo a la voluntad del Padre. Está fijado quien ya es glorioso, porque un trauma pasado, debe superarse para llevarnos a la gloria de la generosidad y la entrega. El cruci fijado nos debe inspirar potencialidad de libertad de todo lo que nos pueda someter, porque ya está glorificado.
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