San Bernardo Homilía sobre las excelencias de
la Virgen Madre 4,8-9
Oíste,
Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no será por obra de
varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu
respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También
nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia,
esperamos, Señora, esta palabra de misericordia. Se pone entre tus manos el
precio de nuestra salvación; en seguida seremos librados si consientes. Por la
Palabra eterna de Dios fuimos todos creados, y a pesar de eso morimos; mas por
tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser llamados de nuevo a la vida.
Esto te suplica, oh piadosa Virgen, el triste Adán, desterrado del paraíso con
toda su miserable posteridad. Esto Abrahán, esto David, con todos los santos
antecesores tuyos, que están detenidos en la región de la sombra de la muerte;
esto mismo te pide el mundo todo, postrado a tus pies. Y no sin motivo aguarda
con ansia tu respuesta, porque de tu palabra depende el consuelo de los
miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la
salvación, finalmente, de todos los hijos de Adán, de todo tu linaje.
REFLEXIÓN
La disposición a la generosa participación en el cambio por amor de solidaridad es la impronta de la respuesta de María en los bautizados. Un sí que se multiplica como reguero de pólvora en las generaciones y permite que muchos anónimos cooperen, colaboren, metan el hombro, se sacrifiquen, hagan su oblación de mayor estima y momento
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