viernes, 24 de febrero de 2023

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


San Juan Crisóstomo Homilía VI, suplm.

El sumo bien está en la plegaria y en el diálogo con Dios, porque equivale a una íntima unión con Dios: y así como los ojos del cuerpo se iluminan cuando contemplan la luz, así también el alma dirigida hacia Dios se ilumina con su inefable luz. Una plegaria, por supuesto, que no sea de rutina, sino hecha de corazón; que no esté limitada a un tiempo concreto o a unas horas determinadas, sino que se prolongue día y noche sin interrupción. Conviene, en efecto, que elevemos la mente a Dios no sólo cuando nos dedicamos expresamente a la oración, sino también cuando atendemos a otras ocupaciones, como el cuidado de los pobres o las útiles tareas de la munificencia, en todas las cuales debemos mezclar el anhelo y el recuerdo de Dios, de tal manera que todas nuestras obras, como si Lecturas espirituales de la Iglesia estuvieran condimentadas con la sal del amor de Dios, se conviertan en un  alimento dulcísimo para el Señor. Pero sólo podremos disfrutar perpetuamente de la abundancia que de Dios brota, si le dedicamos mucho tiempo

REFLEXIÓN

La oración como la respiración debe ser abundante para que se convierta en una atmósfera más que en una rutina, en un entorno más que un rito o un procedimiento. Pero no se llega a esto sin dedicación consciente, generosa, ejercitada, examinada en sus diversos espíritus, porque de ella emergen decisiones que generan consecuencias. Éstas requieren muchas veces fortaleza para mantenerse responsables y libres.

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