San LucasEvangelista
Nacido de familia pagana, se convirtió a la fe y acompañó al apóstol Pablo, de cuya
predicación es reflejo el evangelio que escribió. Es autor también del libro denominado
Hechos de los apóstoles, en el que se narran los orígenes de la vida de la Iglesia hasta
la primera prisión de Pablo en Roma.
El Señor viene detrás de sus predicadores
De las homilías de san Gregorio Magno,
papa, sobre los evangelios
Nuestro Señor y Salvador, hermanos muy amados, nos enseña unas
veces con sus palabras, otras con sus obras. Sus hechos, en efecto,
son normas de conducta, ya que con ellos nos da a entender tácitamente lo que debemos hacer.
Manda a sus discípulos a predicar de
dos en dos, ya que es doble el precepto de la caridad, a saber, el amor
de Dios y el del prójimo.
El Señor envía a los discípulos a predicar de dos en dos, y con ello
nos indica sin palabras que el que no tiene caridad para con los
demás no puede aceptar, en modo alguno, el ministerio de la predicación.
Con razón se dice que los mandó por delante a todos los pueblos y
lugares adonde pensaba ir él. En efecto, el Señor viene detrás de sus
predicadores, ya que, habiendo precedido la predicación, viene entonces el Señor a la morada de
nuestro interior, cuando ésta ha sido
preparada por las palabras de exhortación, que han abierto nuestro
espíritu a la verdad. En este sentido, dice Isaías a los predicadores:
Preparadle un camino al Señor; allanad una calzada para nuestro Dios. Por
esto, les dice también el salmista: Alfombrad el camino del que sube sobre
el ocaso. Sobre el ocaso, en efecto, sube el Señor, ya que en el declive de
su pasión fue precisamente cuando, por su resurrección, puso más
plenamente de manifiesto su gloria. Sube sobre el ocaso, porque, con
su resurrección, pisoteó la muerte que había sufrido. Por esto, nosotros alfombramos el camino
del que sube sobre el ocaso cuando os
anunciamos su gloria, para que él, viniendo a continuación, os ilumine con su presencia amorosa.
Escuchemos lo que dice el Señor a los predicadores que envía a sus
campos: La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad,
pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies. Por tanto, para
una mies abundante son pocos los trabajadores; al escuchar esto, no
podemos dejar de sentir una gran tristeza, porque hay que reconocer
que, si bien hay personas que desean escuchar cosas buenas, faltan,
en cambio, quienes se dediquen a anunciarlas. Mirad cómo el mundo
está lleno de sacerdotes, y, sin embargo, es muy difícil encontrar un
trabajador para la mies del Señor; porque hemos recibido el ministerio sacerdotal, pero no
cumplimos con los deberes de este ministerio.
Pensad, pues, amados hermanos, pensad bien en lo que dice el
Evangelio: Rogad al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.
Rogad también por nosotros, para que nuestro trabajo en bien vuestro sea fructuoso y para que
nuestra voz no deje nunca de exhortaros,
no sea que, después de haber recibido el ministerio de la predicación,
seamos acusados ante el justo Juez por nuestro silencio.
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