lunes, 18 de diciembre de 2023

DOCTORES DE LA IGLESIA

 



Viernes III

San Agustín Comentario sobre los salmos 37,13-14

Los gemidos de mi corazón eran como rugidos. Hay gemidos ocultos que nadie oye; en cambio, si la violencia del deseo que se apodera del corazón de un hombre es tan fuerte que su herida interior acaba por expresarse con una voz más clara, entonces se busca la causa; y uno piensa para sí: «Quizá gima por aquello, y quizá fue aquello lo que le sucedió». ¿Y quién lo puede entender como no sea aquel a cuya vista y a cuyos oídos llegaron los gemidos? Por eso dice que los gemidos de mi corazón eran como rugidos, porque los hombres, si por casualidad se paran a escuchar los gemidos de alguien, las más de las veces sólo oyen los gemidos exteriores; y en cambio no oyen los gemidos del corazón. ¿Y quién iba a poder interpretar la causa de sus gemidos? Añade por ello: Todo mi deseo está en tu presencia. Por tanto, no ante los hombres, que no son capaces de ver el corazón, sino que todo mi deseo está en tu presencia. Que tu deseo esté en su presencia; y el Padre, que ve en lo escondido, te atenderá. Tu deseo es tu oración; si el deseo es continuo, continua también es la oración. No en vano dijo el Apóstol: Orad sin cesar.

REFLEXIÓN

Teóricos del inconsciente identifican la energía inacabable del deseo, porque no se extingue, aunque pase por muchos objetos, como un caballo en carrera de salto. Tal calidad de inextinguible se toma por su intensidad, y dominio, como tortura y sufrimiento muchas veces, porque no deja de provocar gemidos y como el espejismo, corre de uno tras otro objetivo. Pero si ello mismo por la filiación es entregado al Padre como oración, también deja de extinguirse como un ruego sempiterno.

No hay comentarios: