lunes, 4 de marzo de 2024

DOCTORES DE LA IGLESIA

DOCTORES DE LA IGLESIA



 Lunes III semana de Cuaresma

San Basilio Magno Homilía sobre la humildad 20,3 

No se gloríe el sabio de su sabiduría, no se gloríe el fuerte de su fortaleza, no se gloríe el rico de su riqueza. Entonces ¿en qué puede gloriarse con verdad el hombre? ¿Dónde halla su grandeza?

REFLEXIÓN

Una pregunta asaz pertinente para nuestro mundo y siglo, toda vez que nos encontramos en la época glorificada del postmodernismo, la posverdad, el antisistema, el emotivismo, la modernidad líquida, la sociedad de consumo, la sociedad de la incertidumbre, el antihéroe, la post-centralidad humana, el cambio climático, la sociedad del caos, los sistemas tecnológicos inteligentes  y así…todo lo que contribuya a la deconstrucción, la protesta, la asonada, la rebelión, la revolución…

Quien se gloría –continúa el texto sagrado– que se gloríe de esto: de conocerme y comprender que soy el Señor.

REFLEXIÓN

Cómo así? Tan ausente de todo y todos, nos podremos gloriar? Dirán muchos y muchas. 

En esto consiste la sublimidad del hombre, su gloria y su dignidad, en conocer dónde se halla la verdadera grandeza y adherirse a ella, en buscar la gloria que procede del Señor de la gloria. 

REFLEXIÓN

Dicho en otra forma, ya se dijo que el hombre, su gloria y dignidad no se entiende sin la fuente de su grandeza y gloria: el Señor de la Gloria.

Dice, en efecto, el Apóstol: El que se gloríe, que se gloríe en el Señor, afirmación que se halla en aquel texto: Cristo, que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención; y así –como dice la Escritura–: «El que se gloríe, que se gloríe en el Señor». 

REFLEXIÓN

Qué bueno que ya lo dijo Pablo de Tarso, quien es testimonio de un convertido de la propia glorificación, ganada por  la persecución de los creyentes de Jesús de Nazareth.

Por tanto, lo que hemos de hacer para gloriarnos de un modo perfecto e irreprochable en el Señor es no enorgullecernos de nuestra propia justicia, sino reconocer que en verdad carecemos de ella y que lo único que nos justifica es la fe en Cristo. 

REFLEXIÓN

Se trata de un punto interesante, porque si algo tenemos en exceso ahora es el reconocimiento y la queja de que no tenemos justicia verdadera. Pero no damos el siguiente paso: reconocer la única verdadera justificación, la de Jesús de Nazareth

En esto precisamente se gloría San Pablo, en despreciar su propia justicia y en buscar la que se obtiene por la fe y que procede de Dios, para así tener íntima experiencia de Cristo, del poder de su resurrección y de la comunión en sus padecimientos, muriendo su misma muerte, con la esperanza de alcanzar la resurrección de entre los muertos. Así caen por tierra toda altivez y orgullo. El único motivo que te queda para gloriarte, oh hombre, y el único motivo de esperanza consiste en hacer morir todo lo tuyo y buscar la vida futura en Cristo; de esta vida poseemos ya las primicias, es algo ya incoado en nosotros, puesto que vivimos en la gracia y en el don de Dios. 

REFLEXIÓN

Y por esto no lo damos: porque es preciso reconocer que es otra vida, la del crucificado-resucitado, la que nos justifica. Cómo se hace este reconocimiento?

Y es el mismo Dios quien activa en nosotros el querer y la actividad para realizar su designio de amor. Y es Dios también el que, por su Espíritu, nos revela su sabiduría, la que de antemano destinó para nuestra gloria. Dios nos da fuerzas y resistencia en nuestros trabajos. He trabajado más que todos –dice Pablo–; aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Dios saca del peligro más allá de toda esperanza humana. En nuestro interior –dice también el Apóstol– dimos por descontada la sentencia de muerte; así aprendimos a no confiar en nosotros, sino en Dios que resucita a los muertos. Él nos salvó y nos salva de esas muertes terribles; en él está nuestra esperanza, y nos seguirá salvando.

REFLEXIÓN

Pues, acercándonos al Señor de la Gloria, y abriéndonos a su activación en nosotros del amor, las fuerzas y resistencia en nuestros trabajos. Todos ellos emprendidos por el bien común. Confiando más en Él. Poniendo nuestra esperanza en Él.Muriendo dia a dia en Él,con Él, por Él.

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