sábado, 22 de agosto de 2020

DOCTORES DE LA IGLESIA

 

San Ambrosio Comentario sobre los salmos 48,14-15

Cristo, que reconcilió el mundo con Dios, personalmente no tuvo necesidad de reconciliación. Él, que no tuvo ni sombra de pecado, no podía expiar pecados propios. Y así, cuando le pidieron los judíos la didracma del tributo que, según la ley, se tenía que pagar por el pecado, preguntó a Pedro: «¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?» Contestó: «A los extraños.» Jesús le dijo: «Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizarlos, ve al lago, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti». Dio a entender con esto que él no estaba obligado a pagar para expiar pecados propios; porque no era esclavo del pecado, sino que, siendo como era Hijo de Dios, estaba exento de toda culpa. Pues el Hijo libera, pero el esclavo está sujeto al pecado. Por tanto, goza de perfecta libertad y no tiene por qué dar ningún precio en rescate de sí mismo. En cambio, el precio de su sangre es más que suficiente para satisfacer por los pecados de todo el mundo. El que nada debe está en perfectas condiciones para satisfacer por los demás. Pero aún hay más. No sólo Cristo no necesita rescate ni propiciación por el pecado, sino que esto mismo lo podemos decir de cualquier hombre, en cuanto que ninguno de ellos tiene que expiar por sí mismo, ya que Cristo es propiciación de todos los pecados, y él mismo es el rescate de todos los hombres.


COMENTARIO

No hay necesidad de más víctimas,  y en profundidad toda víctima ya no lo es sólo ella sino Cristo lo une a sí, por lo cual una víctima de cualquier injusticia y violencia, es Cristo entre nosotros nuevamente vivo y clamante de solidaridad. No sólo somos hijos de Dios en el Hijo, garantía y fundamento de nuestra dignidad y de nuestro derechos humanos trascendentes, sino que somos víctimas en el Hijo y nuestro sufrimiento es el suyo y nuestro clamor, no menos suyo. Se entiende así por qué se desviven los místicos en unirse a las víctimas en el cuido y solidaridad. Porque alivian la víctima única que reúne a todas.


No hay comentarios: