Viernes 20 de tiempo ordinario
Ezequiel 37, 1-14
1En el año treinta, al quinto día del mes cuarto, estando yo entre los
desterrados junto al río Quebar, los cielos se abrieron y contemplé visiones de
Dios. 2(En aquel día cinco del mes, en el año quinto del destierro del rey
Joaquín, 3la palabra del SEÑOR fue dirigida al sacerdote Ezequiel, hijo de Buzi, en
la tierra de los Caldeos junto al río Quebar, y allí vino sobre él la mano del
SEÑOR.)
4Mientras miraba, vi que venía del norte un viento huracanado, una gran
nube con fuego fulgurante y un resplandor a su alrededor. En su centro había
algo como un metal refulgente en medio del fuego. 5También en su centro vi figuras semejantes a cuatro seres vivientes. Y
éste era su aspecto: tenían forma humana. 6Cada uno de ellos tenía cuatro caras, y cuatro alas. 7Sus piernas eran rectas, y la planta de sus pies era como la planta de la
pezuña del ternero, y brillaban como bronce bruñido. 8Bajo sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos humanas. Los cuatro tenían
caras y alas. 9Sus alas se tocaban una a la otra y sus caras no se volvían cuando
andaban. Cada uno iba de frente hacia adelante. 10La forma de sus caras era como la cara de un hombre; los cuatro tenían
cara de león a la derecha y cara de toro a la izquierda; y los cuatro tenían
cara de águila. 11Así eran sus caras. Sus alas se extendían por encima; con dos se tocaban
entre sí y con dos cubrían su cuerpo. 12Cada uno iba de frente hacia adelante; adondequiera que iba el espíritu,
iban ellos, sin volverse cuando andaban. 13En medio de los seres vivientes había algo que parecía carbones encendidos
en llamas, eran como antorchas que se lanzaban de un lado a otro entre los
seres vivientes. El fuego resplandecía, y del fuego salían rayos. 14Y los seres vivientes corrían de un lado a otro como el fulgor del
relámpago.
COMENTARIO
Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os
haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de
Israel. Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo
mío, sabréis que soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os
colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago.
Aspiramos
a tener el sabor del Señor, Aquél que dice y hace.
Es
posible desde la opción fundamental tratar de ponernos en la actitud de
renuncia total, pero en los hechos más bien irnos apegando otra vez, y las
veces que hayamos propuesto volver a la renuncia total, por debilidad o amor
fácil, no lo mantenemos.
¿Estaremos
siendo fieles al Señor, o burlando su voluntad? Es sabiduría o capricho?
Una vez
gustamos la sabiduría del Señor, nos viene casi sin darnos cuenta una
sensibilidad espiritual para sentir su paso, sus señales, su voluntad. Se da
con frecuencia al sorprendernos con sus maravillas salvadoras en las coyunturas
históricas que lo necesitamos.
Salmo responsorial: 106
COMENTARIO
Pero gritaron al Señor en su angustia, / y
los arrancó de la tribulación
La angustia va consistiendo en un miedo a vivir con
menos, y al límite, y llegar a faltarle al compromiso con nuestra familia.
Es como una agonía.
Mateo 22, 34-40
34Los Fariseos se agruparon al oír que Jesús había dejado callados a los
Saduceos. 35Uno de ellos, intérprete de la Ley (experto en la Ley de Moisés), para
poner a prueba a Jesús, Le preguntó: 36"Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la Ley?" 37Y El le contestó: "AMARAS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZON, Y CON
TODA TU ALMA, Y CON TODA TU MENTE. 38"Este es el grande y primer mandamiento. 39"Y el segundo es semejante a éste: AMARAS A TU PROJIMO COMO A TI
MISMO. 40"De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas."
COMENTARIO
El le dijo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma, con todo tu ser". Este mandamiento es el
principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo
como a ti mismo".
Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los
Profetas.
Se trata de un primer mandamiento y uno segundo, pero
semejantes, es decir, de igual rango.
En qué? En amar: agapao. Amor de preferencia, que implica
a la persona. No es amor sólo de afecto como Fileo.
Así amar a Dios por sí mismo, amar al prójimo por sí
mismos, porque son dignos de amor, y no excusas, ni propaganda el amarlos.
Ambos ágapes se relacionan estrechamente como vasos
comunicantes. Si crece uno,crece el otro. Si merma uno, merma el otro.
Somos una familia y amarnos unos a otros, en ágape,
entraña que hay amor para todos y cada uno.
Este es el núcleo duro de la ley, los profetas y
Jesús de Nazareth.
De la palabra revelada y encarnada de Dios.
Su mandato, su voluntad, su
beneplácito, su gloria.
Si respecto a cualquier prójimo se
procediera con un bien obrar intencional, deberíamos aplicar el discernimiento
espiritual de segunda semana, de los ejercicios espirituales ignacianos, para
personas que van haciendo la lucha por ser mejores.
Quizás más que pecar se pretende hacer
bien las cosas. Pero, viene el enemigo y se mezcla.
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