Antonia Salzano, madre
de Carlo Acutis:
«Conocía a los pobres
por sus nombres
y apellidos»
10 octubre,
2020
Antonia Salzano es la
madre de Carlo Acutis. A sus 55 años, este sábado 10 de octubre vivirá algo
tan inusual como es la beatificación de su hijo.
Ante este día tan especial
y cargado de emociones, ha respondido unas preguntas para
ECCLESIA. Ella misma cuenta cómo se acercó a la fe y a la teología gracias a su
hijo. La beatificación es posible, en primer lugar, gracias al testimonio de
vida de Carlo Acutis. Pero también, como es habitual
en los procesos de canonización y beatificación, a un milagro, en Brasil. «Un niño tenía una malformación congénita en el páncreas. Prácticamente no podía
comer nada sólido; la única posibilidad era operarlo, pero era muy arriesgado», cuenta
Salzano. Entonces, el párroco del lugar comenzó
una novena a Carlo pidiendo
su intercesión. «El tercer día de la novena el niño
regresó a casa y comenzó
a comer sólidos.
Le hicieron de inmediato los análisis, y su páncreas estaba completamente normal.
Hubo una transformación instantánea de un órgano. Esto es un milagro de segundo grado»,
aclara la madre.
─¿El hecho de estar con Carlo cambió de algún modo la vida
de la familia o de otras personas que conozcan?
─Carlo era un muchacho normal y corriente de este tiempo.
Vivía la vida del colegio, familiar y de
amigos con mucho equilibrio. con mucho
equilibrio conforme a la edad que tenía. Tenía una fuerte presencia de Jesús, y
lo ordinario lo transformaba en extraordinario. Esta era la cosa más especial
que tenía Carlo y todos notaban esa luz en los ojos, su bondad,
su pureza, su amabilidad. Tenía una
gran obediencia. Le gustaba mucho las redes sociales y evangelizaba a través de
ella. Era un muchacho especial, desde el punto de vista humano y de fe. Le
gustaba el fútbol, permanecía en la escuela después de las clases y ayudaba a
los niños en los deberes. Siempre dispuesto a ayudar a todos, especialmente a los que tenían algún
problema. Era muy estimado por todos porque
defendía a los débiles y pobres. Era muy organizado y cuando vivíamos en
el centro de Milán, debajo de su casa había muchos pobres que estaban en la
calle y en vez de comprarse dos pares de zapatillas, compraba uno, y el dinero se lo daba a ellos.
─¿Cómo veían los amigos de Carlo este
interés suyo por la Eucaristía y la vida religiosa? ¿Lo veían como algo raro o
por el contrario le admiraban y apoyaban?
─Lo veían como un muchacho normal. Como otro cualquiera.
Sus amigos le admiraban porque
conocía a los pobres por sus nombres y
apellidos y preparaba recipientes para darles de comer, compraba mantas con sus
ahorros, y uno de ellos se convirtió en católico, gracias al testimonio de
Carlo con su vida. Para él, cada persona era especial. Y cuando murió, había
mucha gente que venía para despedirse . Lo quería todo el mundo,
aunque no compartieran su fe.
─¿En algún momento pudo pensar o
percibir que tenía en su casa un santo?
─Era un
muchacho especial con un gran fuerte piedad. Hizo la Primera Comunión a los
siete años e iba a Misa todos los días, hacía la adoración eucarística todos
los días, o bien antes de la Misa o después. Rezaba el Santo Rosario todos los
días, leía la Sagrada Escritura y la vida de los santos. Tenía un gran celo
apostólico. A los 11 años se convirtió en catequista. Se preocupaba mucho
cuando sus niños de catequesis no iban a Misa los domingos y rezaba por esas personas
para que se convirtieran. Él decía que la santidad
no es un proceso de llegada sino de atracción. Es irme yo para dejar espacio a Dios.
«Carlo me ha acercado
a la fe»
─Usted ha dicho en varias ocasiones
que eran católicos, pero no practicantes, ¿cómo es su fe ahora?
─Carlo me ha acercado a la fe. Hice la comunión, me
confirmé y me casé. Carlo a los tres años ya
empezaba a interesarse por las cosas
de Dios. Entraba
a la Iglesia a llevar
flores, a saludar
al Señor a la Virgen y Santos. Yo era muy ignorante
en las cosas de la fe, y él me metió en crisis porque podía disminuir la
autoridad maternal porque me preguntaba cosas y no sabía responderle. Entonces,
hablé con una amiga mía que era muy religiosa
y me aconsejó ir a un sacerdote
para que me guiara y ayudara a acercarme a la fe. Este sacerdote
me aconsejó acercarme
a la teología, no para ser teóloga sino para conocer mi fe. Y desde ahí he vivido y sentido
mi transformación. Carlo me ayudó a darme cuenta de lo verdaderamente importante: Cristo. Mi hijo ha sido mi pequeño salvador.
─¿Cambió de algún modo su vida?
─Digamos que ciertamente el Señor nos fue preparando para la enfermedad de Carlo. Ya que se fue
muy rápido, en una semana
murió. Yo sentía
como una voz en mi interior que decía: «El Señor me ha
dado y el Señor me ha quitado, como en el libro de Job. Lo hemos aceptado
porque sabemos que la
muerte no es el final del camino, sino el
inicio de una nueva vida que nunca terminará y que está más presente
que nunca. Yo Estaba convencida de que muriendo
iba a seguir vivo y por eso ha dado tantas gracias a tantas personas que
le han pedido cosas como intercesor. Esto es un motivo de acción de gracias.
Él era nuestro centro y ofreció este sufrimiento por la Iglesia y por el Papa
para que lleguen al paraíso y la salvación de las almas.
─¿Cómo definiría a Carlo en dos
palabras?
─Un
muchacho de su tiempo. Con una fuerte vida espiritual, su centro era la
Eucaristía, el rosario y los pobres.
─¿Cómo vive el resto de la familia todo el proceso de
beatificación? Sobre todo, sus hermanos pequeños.
─Tenemos otros dos hijos. Rezamos el Rosario y no pensaba
que su hermano podría llegar a ser
santo. Lo vivimos con mucha intensidad y
acción de gracias por todo. Él antes de morir me dijo que su meta no era la muerte sino la vida eterna. Que se ha
hecho sentir. Que yo tendré muchos hijos espirituales. Y gente que ha encontrado la fe gracias
al encontrarse con Carlo, gracias
espirituales por las cuales
mereceremos el paraíso. Yo lo siento muy cerca de mí. Me gusta la expresión que
dice Carlo que la autopista hasta
el cielo es la Eucaristía. Él ya no es solo mío sino de la Iglesia universal. Su cuerpo está muy bien conservado, es él. No ha cambiado
nada.
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