BEATO CARLO
Viernes, XXI semana
San Jerónimo Comentarios sobre el libro del profeta Joel
Convertíos a mí de todo corazón, y que
vuestra penitencia interior se manifieste por medio del ayuno, del llanto y de
las lágrimas; así, ayunando ahora, seréis luego saciados; llorando ahora,
podréis luego reír; lamentándoos ahora, seréis luego consolados. Y, ya que la
costumbre tiene establecido rasgar los vestidos en los momentos tristes y
adversos –como nos lo cuenta el Evangelio, al decir que el pontífice rasgó sus
vestiduras para significar la magnitud del crimen del Salvador, o como nos dice
el libro de los Hechos que Pablo y Bernabé rasgaron sus túnicas al oír las
palabras blasfematorias–, así os digo que no rasguéis vuestras vestiduras, sino
vuestros corazones repletos de pecado; pues el corazón, a la manera de los
odres, no se rompe nunca espontáneamente, sino que debe ser rasgado por la
voluntad. Cuando, pues, hayáis rasgado de esta manera vuestro corazón, volved
al Señor, vuestro Dios, de quien os habíais apartado por vuestros antiguos
pecados, y no dudéis del perdón, pues, por grandes que sea vuestras culpas, la
magnitud de su misericordia perdonará, sin duda, la vastedad de vuestros muchos
pecados. Pues el Señor es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico
en piedad; él no se complace en la muerte del malvado, sino en que el malvado
cambie de conducta y viva; él no es impaciente como el hombre, sino que espera
sin prisas nuestra conversión y sabe retirar su malicia de nosotros, de manera
que, si nos convertimos de nuestros pecados, él retira de nosotros sus castigos
y aparta de nosotros sus amenazas, cambiando ante nuestro cambio.
REFLEXIÓN
No sabemos con seguridad,
ni podemos descansar permanentemente en la presunción de inocencia, porque de
tiempo en tiempo dudamos de esa perfección, bien porque no estamos convencidos
de habernos convertido desde el corazón, bien porque no tenemos suficiente fe
en la misericordia del Señor. La misericordia vivida es como la respiración de
cada día y el agradecimiento que le acompaña. Y no siempre somos conscientes
que respiramos.
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