TITULO
[21] EXERCICIOS ESPIRITUALES PARA VENCER A SI MISMO Y ORDENAR SU VIDA,
SIN DETERMINARSE POR AFFECCION ALGUNA QUE DESORDENADA SEA.
REFLEXIÓN
[21] En la catequesis tradicional se planteaban con claridad la
diferencia entre pecado mortal y venial. Se podían adicionar debilidades y
fallas. Hoy es un panorama algo más complejo si se desea establecer claramente
la nuestra culpabilidad ante Dios, y la responsabilidad por el pecado. A eso ha
contribuido un conocimiento más profundo de la libertad individual y las
circunstancias que pueden impedir o trabar en alguna forma su plena ejecución.
De ahí que no resulte sencillo en algunos momentos identificar y aceptar
nuestra responsabilidad. Por un lado, eso y por otro una concepción más
depurada de un Dios que en Jesús se revela como Padre misericordioso. En este
marco de referencia situacional, se ubica el conocimiento de los afectos
desordenados, los cuales serán los movimientos o tendencias que pueden
llevarnos a una decisión pecaminosa de la que somos mayormente responsable.
Igualmente se ubica el horizonte de ordenar la propia vida y vencerse a sí
mismo, que implican un creciente autoconocimiento y una mayor sensibilidad de
nuestro compromiso con nosotr@s mismos y con los demás. Ante los desafíos
propios que plantea nuestro mundo hemos de ser cada vez más lúcidos,
conscientes, responsables, honestos y solidarios.
PROSUPUESTO
[22] Para que así el que da los exercicios espirituales, como el que los
rescibe, más se ayuden y se aprovechen: se ha de presuponer que todo buen
christiano ha de ser más prompto a salvar la proposición del próximo, que a
condenarla; y si no la puede salvar, inquira cómo la entiende, y, si mal la
entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios
convenientes para que, bien entendiéndola, se salve.
REFLEXIÓN
[22]Nuestro
esfuerzo como peregrinos en el mundo y ciudadanos del Cielo es salvar, n@s y
los-las. Una proposición es una declaración verbal, un discurso, una narrativa,
un modo de decir, y nosotr@s por inspiración de la buena nueva no sentenciamos
ni condenamos, sino salvamos. Hay que escuchar, esforzarse por entender,
corregir con amor, agotar todos los medios hasta salvar. Este preámbulo es una
cosecha de San Ignacio de Loyola por los riesgos vividos en su momento, cuando
personas como él daban testimonio de su experiencia de fe y podían ser contados
entre desviados de la ortodoxia, candidatos a la Inquisición. El diálogo
incansable para salvar es un modo de ser en el mundo para l@s cristian@s,
ignacian@s, jesuitas, y personas de buena fe.
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