martes, 3 de octubre de 2023

BEATO CARLO


 
De la carta de san Policarpo, obispo y mártir, a los Filipenses
(Cap. 6, 1-8, 2: Funk 1, 273-275)


CRISTO NOS HA DEJADO UN MODELO EN SU PROPIA PERSONA

Que los presbíteros tengan entrañas de misericordia y se muestren compasivos para con todos, tratando de traer al buen camino a los que se han extraviado; que visiten a los enfermos, que no descuiden a las viudas, a los huérfanos y a los pobres, antes bien, que procuren el bien no sólo ante Dios, sino también ante los hombres; que se abstengan de toda ira, de toda acepción de personas, de todo juicio injusto; que vivan alejados del amor al dinero, que no se precipiten creyendo fácilmente que los otros han obrado mal, que no sean severos en sus juicios, teniendo presente que todos estamos inclinados al pecado.
Si, pues, pedimos al Señor que perdone nuestras ofensas, también nosotros debemos perdonar a los que nos ofenden, ya que todos estamos bajo la mirada de nuestro Dios y Señor y todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios para que cada cual dé cuenta a Dios de sí mismo. Sirvámosle, por tanto, con temor y con gran respeto, según nos mandaron tanto el mismo Señor como los apóstoles, que nos, predicaron el Evangelio, y los profetas, quienes de antemano nos anunciaron la venida de nuestro Señor; busquemos con celo el bien, evitemos los escándalos,. apartémonos de los falsos hermanos y de aquellos que llevan hipócritamente el nombre del Señor y arrastran a los insensatos al error.
Todo el que no reconoce a Jesús, que ha venido en la carne, no, es, de Dios, es del anticristo, y el que no confiesa el testimonio de la cruz procede del diablo, y el que interpreta falsamente las sentencias del Señor según sus propias concupiscencias y afirma que no hay resurrección ni juicio, ese tal es el primogénito de Satanás. Por consiguiente, abandonemos los vanos discursos y falsas doctrinas que muchos sustentan y volvamos a las enseñanzas que nos fueron transmitidas desde el principio; seamos sobrios para entregarnos a la oración, perseveremos constantes en los ayunos y supliquemos con ruegos al Dios que todo lo ve a fin de que no nos deje, caer en la tentación, porque, como dijo el Señor, la voluntad está pronta, pero el cuerpo es débil.
Mantengámonos, pues, firmemente adheridos a nuestra esperanza y a Jesucristo, prenda de nuestra justicia; él cargado con nuestros pecados subió al leño, y no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca, y por nosotros, para que vivamos en él, lo soportó todo. Seamos imitadores de su paciencia y, si por causa de su nombre tenemos que sufrir, glorifiquémoslo; ya que éste fue el ejemplo que nos dejó en su propia persona y esto es lo que nosotros hemos creído.

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