El santísimo Cuerpo y Sangre
de Cristo, jueves después de la Santísima Trinidad, solemnidad
Santo Tomás de Aquino Opúsculo
57, en la fiesta del Cuerpo de Cristo 1-4
El
Hijo único de Dios, queriendo hacernos partícipe de su divinidad, tomó nuestra
naturaleza, a fin de que hecho hombre, divinizase a los hombres. Además,
entregó por nuestra salvación todo cuan tomó de nosotros. Porque, por nuestra
reconciliación ofreció, sobre el altar de la cruz, su cuerpo como víctima a
Dios, su Padre, y derramó su sangre como precio de nuestra libertad y como baño
sagrado que nos lava, para que fuésemos liberados de una miserable esclavitud y
purificados de todos nuestros pecados. Pero, a fin de que guardásemos por
siempre jamás en nosotros la memoria de tan gran beneficio, dejó a los fieles,
bajo la apariencia de pan y de vino, su cuerpo, para que fuese nuestro
alimento, y su sangre, para que fuese nuestra bebida
REFLEXIÓN
Aplicar la etiqueta
“víctima” no es ya un título inadecuado a alguien como Jesús de Nazareth, quien
se ofreció en la cruz al Padre como chivo expiatoria, siervo de Yahveh, por
muchos pecadores. Las víctimas de diferentes crímenes son hoy los justos, los
pobres, los oprimidos, los indignos de antaño. Su visibilidad se ha venido
intensificando desde el Holocausto anti semita, el apartheid de los negros, el
genocidio de los amerindios, la discriminación, los abusos y violaciones
sexuales a niños y mujeres. Y la eucaristía memorial, memoria inagotable a
cargo del Espíritu Santo del Señor Jesús, pondrá en estos tiempos sobre el
altar los memoriales de víctimas dispersas por todo el planeta, sean pueblos o sean
individuos.
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