lunes, 19 de julio de 2021

BEATO CARLO

 BEATO CARLO


Carlo nos recuerda cual es el centro, cual es la fuente, cual es el motor. Junto a Jesús siempre

De la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, a los Magnesios
(Caps. 6,1-9,2: Funk 1,195-199)

UNA SOLA ORACIÓN Y UNA SOLA ESPERANZA EN LA CARIDAD Y EN LA SANTA ALEGRÍA

Como en las personas de vuestra comunidad, que tuve la suerte de ver, os contemplé
en la fe a todos vosotros y a todos cobré amor, yo os exhorto a que pongáis empeño por
hacerlo todo en la concordia de Dios, bajo la presidencia del obispo, que ocupa el lugar de
Dios; y de los presbíteros, que representan al colegio de los apóstoles; desempeñando los
diáconos, para mí muy queridos, el ejercicio que les ha sido confiado del ministerio de
Jesucristo, el cual estaba junto al Padre antes de los siglos se manifestó en estos últimos
tiempos.
Así pues, todos, conformándoos al proceder de Dios, respetaos mutuamente, y nadie
mire a su prójimo bajo un punto de vista meramente humano, sino amaos unos a otros en
Jesucristo en todo momento. Que nada haya en vosotros que pueda dividiros, antes bien,
formad un solo cuerpo con vuestro obispo y con los que os presiden, para que seáis
modelo y ejemplo de inmortalidad.
Por consiguiente, a la manera que el Señor nada hizo sin contar con su Padre, ya que
formaba una sola cosa con él -nada, digo, ni por sí mismo ni por sus apóstoles-, así
también vosotros, nada hagáis sin contar con vuestro obispo y con los presbíteros, ni
tratéis de colorear como laudable algo que hagáis separadamente, sino que, reunidos en
común, haya una sola oración, una sola esperanza en la caridad y en la santa alegría, ya
que uno solo es Jesucristo, mejor que el cual nada existe. Corred todos a una como a un
solo templo de Dios, como a un solo altar, a un solo Jesucristo que procede de un solo
Padre que en un solo Padre estuvo y a él solo ha vuelto.
No os dejéis engañar por doctrinas extrañas ni por cuentos viejos que no sirven para
nada. Porque, si hasta el presente seguimos viviendo según la ley judaica, confesamos no
haber recibido la gracia. En efecto, los santos profetas vivieron según Jesucristo. Por eso,
justamente fueron perseguidos, inspirados que fueron por su gracia para convencer
plenamente a los incrédulos de que hay un solo Dios, el cual se habría de manifestar a sí
mismo por medio de Jesucristo, su Hijo, que es su Palabra que procedió del silencio, y que
en todo agradó a aquel que lo había enviado.
Ahora bien, si los que se habían criado en el antiguo orden de cosas vinieron a una
nueva esperanza, no guardando ya el sábado, sino considerando el Domingo como el
principio de su vida, pues en ese día amaneció también nuestra vida gracias al Señor y a
su muerte, ¿cómo podremos nosotros vivir sin aquel a quien los mismos profetas,
discípulos suyos ya en espíritu, esperaban como a su Maestro? Y, por eso, el mismo a
quien justamente esperaban, una vez llegado, los resucitó de entre los muertos.

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