San Juan Crisóstomo Homilías sobre II
Corintios 13,1-2
Sentimos el corazón ensanchado. Del
mismo modo que el calor dilata los cuerpos, así también la caridad tiene un
poder dilatador, pues se trata de una virtud cálida y ardiente. Esta caridad es
la que abría la boca de Pablo y ensanchaba su corazón. «No os amo sólo de
palabra –es como si dijera–, sino que mi corazón está de acuerdo con mi boca;
por eso, os hablo confiadamente, con el corazón en la mano». Nada encontraríamos
más dilatado que el corazón de Pablo, el cual, como un enamorado, estrechaba a
todos los creyentes con el fuerte abrazo de su amor, sin que por ello se
dividiera o debilitara su amor, sino que se mantenía íntegro en cada uno de
ellos. Y ello no debe admirarnos, ya que este sentimiento de amor no sólo
abarcaba a los creyentes, sino que en su corazón tenían también cabida los
infieles de todo el mundo.
REFLEXIÓN
Un amor apostólico como el
de Pablo, y muchos otros que lo seguirán, es incansable en sus gestos, acciones,
sacrificios, que acompañan palabras sentidas y con sentido. Un testimonio que
hace mella en nuestra credibilidad y nos inclina al contagio del buen obrar,
convirtiéndonos a su vez en esforzados amantes de otros y otras, sin buscar
reservarse a nadie con exclusividad.
Por esto, no dice simplemente: «Os amo»,
sino que emplea esta expresión más enfática: «Nos hemos desahogado con
vosotros, sentimos el corazón ensanchado; os llevamos a todos dentro de
nosotros, y no de cualquier manera, sino con gran amplitud». Porque aquel que
es amado se mueve con gran libertad dentro del corazón del que lo ama; por
esto, dice también: Dentro de nosotros no estáis encogidos, sois vosotros los
que estáis encogidos por dentro. Date cuenta, pues, de cómo atempera su reprensión
con una gran indulgencia, lo cual es muy propio del que ama. No les dice: «No
me amáis», sino: «No me amáis como yo», porque no quiere censurarles con mayor
aspereza. Y, si vamos recorriendo todas sus cartas, descubrimos a cada paso una
prueba de este amor casi increíble que tiene para con los fieles. Escribiendo a
los romanos, dice: Tengo muchas ganas de veros; y también: Muchas veces he
tenido en proyecto haceros una visita; como también: Pido a Dios que alguna vez
por fin consiga ir a visitaros. A los gálatas les dice: Hijos míos, otra vez me
causáis dolores de parto; y a los efesios: Por esta razón, doblo las rodillas
por vosotros; a los tesalonicenses: ¿Quién sino vosotros será nuestra
esperanza, nuestra alegría y nuestra honrosa corona? Añadiendo, además, que los
lleva consigo en su corazón y en sus cadenas. Asimismo escribe a los
colosenses: Quiero que tengáis noticia del empeñado combate que sostengo por
vosotros y por todos los que no me conocen personalmente; busco que tengáis
ánimos; y a los tesalonicenses: Como una madre cuida de sus hijos, os teníamos
tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta
nuestras propias personas. Dentro de nosotros no estáis encogidos, dice. Y no
les dice solamente que los ama, sino también que es amado por ellos, con la
intención de levantar sus ánimos. Y da la prueba de ello, diciendo: Tito nos
habló de vuestra añoranza, de vuestro llanto, de vuestra adhesión a mí.
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